¡Fuera cadenas!- Nada por encima de la Constitución 

Nada por encima de la Constitución, salvo ¿la Constitución misma? Trataré de hacer esto lo menos tedioso posible, pues les platicaré un poco sobre teoría constitucional. Lo que quiero lograr es hacer notar —en palabras muy sencillas— un absurdo que sucede todo el tiempo en nuestro país.

Hace algunas semanas (columna del 10 de febrero) les conté que nuestra Constitución ha tenido 763 reformas, y que el texto actual de la Constitución poco tiene que ver con el original publicado en 1917. Esto, evidentemente, causa que nuestra Constitución sea un picadillo, pues abundan las contradicciones, así como las lagunas. El problema más grave, sin embargo, no son esos, sino que alguna reforma sea contraria a la misma Constitución.

La Constitución organiza todo el sistema jurídico y político de nuestro país. En ella, decidimos que nuestro Estado sería una democracia federal representativa y presidencial. Dicho de otra forma, decidimos: tener un congreso donde están los representantes que nosotros elegimos cuyo encargo es la discusión y aprobación de leyes; tener un presidente que estaría a cargo del poder ejecutivo, y dividir el territorio de nuestro país en entidades federativas. Las funciones y competencias de cada una de estas autoridades están definidas por la propia Constitución. Yo soy de la idea que todas estas autoridades, al tener sus facultades y líneas de acción establecidas por la Constitución, no pueden actuar en contravención a la misma Constitución. Es simple: la Constitución es el origen de las autoridades de nuestro país, entonces ellas no pueden dejar de observar lo que dice ese documento ni pueden desobedecerlo. 

Si tomamos en cuenta lo que acabo de decir, lo lógico sería que el congreso, al ser el encargado de reformar la Constitución, debe ceñirse precisamente a lo que ella dice. Sin embargo, por alguna razón que aún no logro comprender, el congreso, al reformar la Constitución, puede hacer lo que quiera. Hoy, el congreso tiene un salvoconducto para violar la Constitución y que esa violación sea permanente. 

Cualquier acto del Estado mexicano (una ley, una orden, un acto de la administración pública) puede ser sometido al control de la constitucionalidad, esto prácticamente significa que un tribunal estudiará si ese acto es acorde con la Constitución; de no serlo, se decreta su invalidez o nulidad y deja de existir. A diferencia de cualquier acto, una reforma de la Constitución no puede someterse a ese control. Por tanto, si una reforma constitucional viene a borrar derechos humanos, a permitir la reelección del presidente sin restricciones o a eliminar la cámara de diputados del congreso —a destruir nuestra democracia, vaya— no hay recurso alguno que pueda declararlo inválida y nula. 

El argumento que actualmente existe para sostener tal burla a nuestra Constitución es que, al ser la reforma constitucional parte de la Constitución, no hay manera en que la misma Constitución pueda ser inconstitucional. Me parece un argumento falaz, pero eso es lo que existe en México. Como ya lo dije hace unos párrafos: si toda autoridad deriva de la Constitución, ¿por qué el congreso puede hacer lo que quiere sin tomar en consideración a la Constitución misma? Vale la pena reflexionar sobre este problema.