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- 24/11/2022
¡Fuera cadenas!-No concibo mi mundo sin democracia
Hace una semana llegué a Qatar, un país constituido como una monarquía donde todo el poder político descansa en el Emir. Sí existe una especie de parlamento compuesto por 45 miembros, de los cuales 15 son nombrados por el propio Emir, mientras que el resto son electos. Por lo que he investigado, las primeras elecciones generales que tuvieron en este país para elegir a los 30 restantes miembros del parlamento se celebraron en el año 2021. A nivel municipal, sin embargo, sí se han llevado a cabo diversas elecciones para elegir a quienes integran las autoridades de ese nivel de gobierno.
Aun cuando pareciere que existe una especie de democracia, ésta es mínima, pues el Emir es quien elige a los miembros del gobierno (mientras que en una democracia parlamentaria sería el propio parlamento quien lo hace), y, evidentemente, el Emir puede destituir al gobierno. Es decir, las políticas gubernamentales son afines a los deseos del Emir. El parlamento sí puede cuestionar a los miembros del gabinete gubernamental, pero únicamente si dos terceras partes de sus miembros están de acuerdo. No obstante, esto es sumamente difícil que acontezca porque una tercera parte del parlamento son personas designadas por el propio Emir.
En este país no existe la libertad de expresión, pues se considera una infracción el que una persona ose cuestionar las políticas gubernamentales. La política, y las decisiones públicas no dependen de la ciudadanía, sino de la realeza. Esta falta de libertad ha llegado hasta el fútbol también, pues se les ha exigido a los futbolistas que se abstengan de usar un brazalete de capitán que haga referencia a los derechos de la comunidad LGBTTIQA porque Qatar no está de acuerdo con la defensa de esos derechos.
Justo ayer, mientras paseaba por las hermosas calles de Doha, reflexioné que no me veo viviendo sin democracia. No concibo un mundo —como el qatarí— donde sea un simple sujeto pasivo del gobierno sin poder de acción alguno en su contra. No concibo un mundo sin la posibilidad de manifestarme en contra o a favor de alguna política gubernamental, ni mucho menos un mundo donde no pueda elegir a las personas que integran las autoridades.
Políticamente hablando, la estructura de Qatar es sumamente criticable para un occidental demócrata como yo. Pero a mí no me corresponde hacer lucha alguna dentro de este país, sino a los propios qataríes aunque creo que ellos son felices así. No obstante, sí creo que vivir la experiencia de estar en una monarquía absoluta me hace reflexionar sobre las bondades de nuestra democracia y sus fortalezas.