Transitorios-La débil oposición

Transitorios-La débil oposición

En la construcción del Estado Mexicano la clase política se ha caracterizado siempre por su deshonestidad. Durante el siglo 20 y después del movimiento revolucionario, la gestación de un partido prácticamente único que gobernó al país por más de 70 años y que usufructuó los principios de la Revolución Mexicana para en su nombre construir instituciones públicas, desgraciadamente se caracterizó por estar formado por una cleptocracia que produjo una gran cantidad de ricos sexenales, convirtiéndose ya en su última etapa, en una práctica generalizada, consentida e incluso fomentada desde los más altos cargos de mando del gobierno.

Fue tan evidente este comportamiento perverso que llegó a generar fortunas francamente “inexplicables” en donde la clase política se sentía usufructuaria de un derecho ganado por su sacrificio en nombre de la Republica y que, en el sexenio anterior, ya era una práctica escandalosa y cínica.

Hace un poco más de dos décadas con la primera alternancia en la presidencia de la República, la oposición representada por el Partido Acción Nacional, si bien utilizó como discurso los señalamientos de corrupción existente en el antiguo sistema priista, en la práctica no hizo otra cosa que retomarlo y aplicarlo incluso con mayor entusiasmo, traicionando sus ideales para generar también una gran cantidad de nuevos ricos. Con ello el discurso opositor contra la corrupción quedó diluido y excluido del debate político nacional, y el panismo solo duro dos sexenios en la presidencia, y el último de ellos con serias dudas de su legitimidad por la existencia de un muy posible fraude electoral.

Con el presidente Andrés Manuel López Obrador, el tema de la corrupción adquiere un significado importante en su discurso y posición política e ideológica. Sus argumentos contra la corrupción a la que siempre ha puesto como el peor de nuestros males, fue la idea fuerza que logro calar hondo en el ánimo social y después de un tercer intento y de más de doce años de campaña política por todo México, obtuvo la presidencia de la República con una de las votaciones más contundentes en la historia democrática del País, que le ha dado una gran legitimación y en mucho ese reconocimiento social se debe a ese discurso contra la corrupción que movió la conciencia de los electores.

Considero que la lucha contra la corrupción fue uno de sus mejores argumentos del presidente y esperemos que se vuelvan realidad. La sociedad mexicana lo merece.

Mientras tanto la oposición de hoy, a tres semanas de las elecciones no puede articular un discurso sólido, contundente, con ideas y propuestas, porque su pasado los alcanza y el fantasma de la corrupción está presente y los acompaña como su sombra.

Que importante es que exista una oposición fuerte, seria, capas, con ideas. Un gobierno sin oposición, y con partidos políticos tan débiles que ni siquiera en la más impensable alianza les alcance para disputar al partido del gobierno la mayoría legislativa, se explica porque los integrantes de esa alianza opositora comparten un pasado lleno de situaciones cuestionables y sus más destacados integrantes tienen una cola tan larga que la lengua de plano ya se les atrofió.

A la actual oposición, la corrupción los ha marcado tanto que les hace imposible argumentar, debatir y defender postulados o acciones tendientes a obtener posiciones políticas o poner ideas a debate. En cualquier momento puede salir a relucir ese pasado oscuro, esas cuentas bancarias ocultas, esas propiedades que no tienen explicación, ni siquiera pueden realmente oponerse a actos cuestionables como el uso indebido de instituciones con fines electorales, vamos, ni a la participación activa del presidente en el proceso electoral. Les queda guardar silencio, negociar, pactar, diluirse.

A esta débil oposición su pasado los exhibe y los condena.

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