En Busca del Estado Perdido-La opinión pública bajo ataque 

En Busca del Estado Perdido-La opinión pública bajo ataque 

Concluyó la semana con una de las mayores afrentas en contra de un periodista en la historia del México moderno. El Presidente López Obrador, visiblemente furioso, en un extremo ejercicio de su posición, resultado de un reportaje de investigación, exhibió información privilegiada en poder del Estado en contra de Carlos Loret de Mola.

¿Quién pierde con este desencuentro? Todos.

Una de las piedras angulares de toda democracia lo constituye la opinión pública, fiel baluarte de la critica, generadora del debate de ideas que repercuten en las decisiones políticas. Bien lo dice el lema del Washington Post: ‘La Democracia muere en la obscuridad’, el periodismo, los medios y los críticos del sistema, dan luz para que la obscuridad nunca nos llegue.

En nuestro país, a través de reiteradas decisiones la Suprema Corte ha adoptado el sistema norteamericano para fijar los estándares de critica a la función pública, al resolver que todo ente con exposición -artistas, deportistas, empresarios reconocidos, políticos, burócratas- deberán de tolerar un nivel superior-extremo de los cuestionamientos que haga la opinión pública, incluso cuando estos rayen en el insulto, pues considera que la tensión que produce la actividad mediática fortalece la confrontación de argumentos eje fundamental de nuestra democracia.

El Presidente lo sabe, él lo practicó por décadas, ahora lo debe de fomentar y tolerar como Jefe de Estado, habituándose a que el ejercicio del poder trae como resultado la constante evaluación de sus acciones así como la de sus cercanos. Así lo vivieron los hijos de los Presidentes López Portillo, Miguel de la Madrid, el hermano incomodo de Salinas, el junior de Zedillo, los hijos de Martita, el aparente gusto por los licores de Calderón, la Casa Blanca de Peña Nieto y ahora le toca vivirlo a López Obrador.

Es preocupante la reacción presidencial, sin tolerancia, exacerbada, embistiendo con enojo, en contra de un periodista que mostró hechos con apariencia de irregulares, recibiendo como respuesta agresión para acallarlo como si fuese una lucha de iguales; el Presidente, apartándose de uno de los básicos en política, perdió las formas.

La preocupación no solamente radica en la reacción inapropiada al alto cargo que se tiene, sino a la incomprensión mostrada por una practica inherente de la democracia, en medio de un país en donde la muerte de los periodistas es común, en un intento de silenciar a quienes guían o generan la opinión de todos, que al final es, la opinión pública.

Si el Presidente reclama imprecisiones o falsedades, que no le deben de preocupar, que sea el propio ‘pueblo’ quién juzgue al periodista, no él, al final del día el sustento de los comunicadores es la credibilidad de sus afirmaciones, no los desmentidos o arremetidas de los personajes señalados. En nuestra actualidad, la información está al alcance de todos, podemos acceder a documentos, videos, audios, imágenes, que abonen en defensa o -en su caso- den sustento a la acusación.

Sí es verdad, a nadie nos gusta la critica, sin embargo el Presidente se equivoca con su reacción, no debe de ser el Señor López Obrador quien conteste, sino actuar como titular de uno de los poderes de mayor peso en nuestra República -Ejecutivo de la Unión-, desprenderse del ser humano reactivo para ser estadista, guardián de la democracia, protector de la critica, por tanto de los periodistas.

En democracia solo debe existir el absolutismo del debate y la critica, nos guste o disguste, de hecho, es el propio Presidente quien lo genera todas las mañanas. No siempre habrá buenas notas y la actitud que se tome frente a los cuestionamientos permeará nacionalmente, de manera que, si la reacción es de intransigencia no nos extrañe ver gobernadores intolerantes, autoritarios, dando lugar a un ambiente generalizado de miedo por el uso del derecho fundamental que tenemos de expresar lo que se piense,  que sumado a otros tantos -como la violencia, la delincuencia, la incertidumbre- paralizan a la sociedad.

Eso se llama autoritarismo.

No siempre comparto las ideas y criticas de Carlos Loret de Mola, pero hoy me solidarizo con él, porque el embate que sufre es en realidad a la opinión pública, medio expresivo de quienes somos gobernados, si nos la quitan nos perderemos en la obscuridad.

TFA

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