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- 08/04/2021
Caleidoscopio-Asignatura pendiente: La red nacional hidráulica

Una vez adoptado el sedentarismo como la forma de organización social del homo sapiens -hace 10-15 mil años- la necesidad de establecer rutas de tránsito, comunicación y socialización, se desarrolló rápidamente, ello derivó en el crecimiento gradual de los incipientes núcleos poblacionales, cada uno con su propia trama de senderos, en lo que sería el antecedente más remoto de las redes nacionales de carreteras de nuestra actual centuria.
Muchos siglos habrían de pasar desde entonces para que uno de aquellos caminos, en 1926, ya en lo que hoy es el territorio nacional, se conociera el pavimento. Antes de ello, en el siglo diecinueve, ya había iniciado operaciones el sistema telegráfico nacional y también, sobre miles de durmientes descansaba ya el metal de las vías férreas por las que transitaban escasos trenes conectando al puerto jarocho con la capital del país.
De esta manera, las sucesivas generaciones de mexicanos, han visto, entre mediados del siglo antepasado y esta fecha, un vertiginoso y alucinante desarrollo en los sistemas de comunicación y de transporte, que interconectan cada vez a un mayor número de localidades y de personas.
La segunda mitad del siglo veinte llegó acompañada de un explosivo crecimiento en la red nacional aeroportuaria, que sería solamente el preámbulo de una red nacional satelital con lo que se integró un complejísimo tablero, una colosal telaraña integrada por la más inimaginable variedad de materiales: metales, maderas, plásticos, aleaciones, líquidos, fibra óptica, frecuencias electromagnéticas y un vastísimo etcétera, modelados por los conocimientos tecnológicos que correspondieron a cada momento.
De ese modo, en menos de dos siglos, se constituyó un andamiaje formidable que ha permitido al país, entre otras cosas, navegar y transitar de manera más o menos aceptable en el proceloso mar de la globalización.
Sin embargo, y a pesar de lo anterior, el país tiene una gran asignatura pendiente. Aun cuando disfrutamos de redes o sistemas nacionales modernos en materia portuaria, ferroviaria, postal, carretera, telefónica, aeroportuaria y satelital, hay que mirar con seriedad los retos por enfrentar.
Al asumir que el cambio climático, propiciado por el calentamiento global que la incompetencia y la soberbia humanas han provocado, advertimos la imperativa necesidad de contar con la que podríamos llamar la madre de todas las redes, el padre de todos los sistemas: LA RED NACIONAL HIDRÁULICA.
Efectivamente, a lo largo y ancho de los dos millones de kilómetros cuadrados que integran el suelo nacional, encontramos regiones con diferencias tan señaladamente marcadas, que motivan a ponderar la pertinencia de realizar un esfuerzo magno, sin precedentes, que genere elementos compensatorios y sinérgicos entre ellas.
Se trata de la articulación de una serie de acciones de altísima ingeniería que den como resultado una red nacional hidráulica que, a manera de vasos comunicantes, capte, conduzca, distribuya y regule el vital elemento que en el norte del país con sus inmensas llanuras es tan escaso, como abundante y desperdiciado en la región sur.
Una súper estructura que permita utilizar parte de los miles de millones de metros cúbicos que se diluyen en ambos océanos sin que hayan tenido provecho alguno, ya sea en el uso doméstico, ganadero o agrícola.
Hablamos de una propuesta que, hace apenas pocos años, podría haberse antojado como una utopía pero que hoy, precisamente por los alcances de los coletazos que la naturaleza, herida y alterada nos ha empezado a propinar, se instala como una necesidad vital.
Imaginemos un proyecto de dimensiones magníficas cuyo costo económico sería formidable y que llevaría muchos años realizar; empero, se perfila como -tal vez- la única opción paliativa para los tiempos de agria sequía y de demasías hídricas por venir en el globo entero.
Para una etapa piloto, inicial, valdría la pena considerar la utilización para el traslado de agua hacia los páramos norteños, del tendido de otra red, la de distribución de hidrocarburos, que se encuentra, en el mejor de los casos, subutilizada.
Como nunca, debemos atender y entender que una nación con políticas públicas previsoras garantiza su viabilidad. La conseja popular reza que hombre precavido vale por dos, hoy nación precavida vale por la vida, la seguridad, el bienestar y el progreso de sus millones de habitantes, los presentes y los por venir.