De razones y pasiones- La omnipresencia del Ejército

“A lo mejor me corren por eso, porque ahora están de moda los ingenieros militares”, confesó con resignación el Secretario de Comunicaciones y Transportes (SCT), Jorge Arganis Díaz Leal, quien este lunes aseguró que los ingenieros civiles y no los ingenieros militares son quienes deben realizar las obras a cargo de la dependencia que él encabeza.

Ni siquiera durante el gobierno de Manuel Ávila Camacho –el último presidente militar que concretó la transición a un gobierno civil- el Ejército había tenido tanta influencia en la administración pública. Todos los actuales miembros del gabinete presidencial lo saben.

Apenas en julio pasado, Javier Jiménez Espriú renunció precisamente a la SCT, acusando diferencias con el Presidente por la decisión de entregar el control de las aduanas al Ejército y la Marina. Hoy su sucesor ha puesto voluntariamente su cabeza en el cadalso de la 4T.

En realidad, el Ejército se ha convertido en un gobierno dentro del propio gobierno. Hoy las fuerzas armadas lo mismo sirven a la seguridad nacional que a la seguridad pública; construyen aeropuertos y refinerías, transportan combustible, toman control de los hospitales públicos donde se atiende Covid y compran medicamentos. También dan apoyo a los programas Sembrando Vida y Jóvenes Construyendo el Futuro, distribuyen fertilizantes, libros de texto gratuitos y el dinero de programas sociales.

Al mismo tiempo, fabrica uniformes para el personal médico, actúan como guardia fronteriza y son los responsables de la vigilancia y administración de las aduanas del país. Eso sin contar sus tareas ordinarias de ayuda en casos de desastre (Plan DN-III) y la custodia de instalaciones estratégicas, más lo que se le ocurra al Presidente.

En mayo pasado, López Obrador emitió un decreto mediante el cual del Ejército y la Marina podrán ejecutar legalmente doce funciones de seguridad pública que por definición eran competencia exclusiva de los policías civiles en México, y que van desde la posibilidad de hacer detenciones por cuenta propia, hasta supervisar cruces migratorios o participar en operativos para “restablecer el orden”.

Los soldados y marinos ya pueden realizar detenciones o asegurar bienes posiblemente relacionados con algún hecho delictivo, así como preservar lugares relacionados con crímenes y recolectar evidencia. Esta decisión permitirá que los militares permanezcan en las calles al menos hasta marzo de 2024, es decir, lo que resta del sexenio.

También han asegurado su futuro. Hace unos días, el director del Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur), Rogelio Jiménez Pons, reveló que todos los tramos del Tren Maya y las ganancias obtenidas del traslado de pasajeros y de mercancías serán para la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), con el fin de que las pensiones de los militares ya no dependan del presupuesto federal, y de paso, evitar que en el futuro el ferrocarril se privatice.

Sin embargo, la omnipresencia del Ejército también lo mantiene muy cerca de la corrupción. Este lunes, el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) hizo públicas las inconsistencias en las compras de emergencia realizadas por la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) para atender el Covid19.

La dependencia pagó 2.3 veces más por el mismo medicamento en contratos con un mes de diferencia; el proveedor de los fármacos adquiridos supuestamente para atender la pandemia, fue una empresa dedicada ¡a la venta de muebles!

Por eso, la crítica de Arganis Díaz Leal fue una forma elegante de presentar su renuncia al Presidente.

La del estribo…

“México no quiere aventuras políticas! ¡México no quiere saltos al vacío! ¡México no quiere retrocesos a esquemas que ya estuvieron en el poder y probaron ser ineficaces! ¡México quiere democracia pero rechaza su perversión: la demagogia!”. Luis Donaldo Colosio hace 27 años.