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- 15/04/2021
Eres magia-El arte de tolerar

Empecemos por el principio ¿Qué es tolerar? La tolerancia implica un nivel altísimo de autoconocimiento, ¿recuerdan este concepto cuando lo mencionamos hace algunas columnas? Hace referencia a conocerse a si mimx, lo suficiente para saber qué me gusta y qué no, en todos los ámbitos que me componen. Hagamos énfasis en los aspectos que no me gustan, tolerar implica reconocerlos y aceptarlos. La tolerancia va de la mano de la aceptación.
Ojo, cuando hablamos de aceptación no hablamos de amor ni de gusto. No porque yo tolere algo quiere decir que me guste y/o que lo ame. ¿Dónde veo la tolerancia o la falta de, en mi día a día? Tomemos la imagen corporal como ejemplo. Dejando de lado (porque es un tema para otra columna) los estándares irreales e incansables de belleza que nos exige la sociedad y los medios, especialmente a las mujeres. Podemos decir que la mayoría de las personas tenemos algo que no nos encanta de nuestro cuerpo. Pero una cosa es que no nos guste, otra que la odiemos.
¿Recuerdan cuando hablamos del control y de la fantasía de control que a veces nos creamos? Bueno, este término también se ve aquí. Va a haber cosas de nosotrxs tanto físicas, como emocionales, como psicológicas que sí podemos cambiar. Pero otras que no, y creo que es mejor vivir en paz con esto, que en constate pelea, una pelea que de entrada ya esta perdida. Porqué no, aprender a hacer las paces con lo que no podemos cambar, hacer las pases significa: tolerar.
Es otro cambio de perspectiva, y ya saben como nos encantan estos cambios, es una nueva manera de percibirnos y más importante una nueva y más sana manera de relacionamos con nostorxs mismxs. ¿Honestamente quién no quisiera mejorar la relación que tiene consigo mismx?
Por otro lado, cuando se habla de tolerancia, se habla de empatía. Incluso podemos decir que ambas se encuentran en las mismas partes a nivel anatomía del cerebro, lóbulo frontal y sistema límbico. Empatía hace referencia no solo a la famosa frase de “ponerse en los zapatos del otro”. Pero va mucho mas allá, es estar abiertx a opiniones, ideas y conceptos diferentes a los míos y aun así aceptarlos y respetarlos.
Híjole, suena que ese concepto esta más complicado y difícil que el “ponerme en los zapatos del otro” ¿no? Pero déjenme hacerles otra pregunta ¿Cómo creen que sería una sociedad donde realmente entendiéramos y practicáramos la empatía? Si leímos la columna sobre la cultura de odio podemos darnos una idea de lo desesperadamente que la necesitamos. Aparte, un aspecto crucial del cual no hemos hablado tanto es que no solo es necesaria la empatía para relacionarnos e interactuar en la sociedad. Pero necesitamos practicarla para con nosotrxs mismxs.
¿Recuerdan lo que decíamos hace algunas líneas sobre como hay cosas de mí cuerpo que no me gustan, pero voy a aprender a tolerarlas y aceptarlas en medida de lo posible. Pues esa practica, que se da poco a poco y con constancia va a ser más fácil si soy empáticx conmigo. Practica que tampoco hemos normalizado.
Hablando de la tolerancia, también tenemos esta mala costumbre de creer que cuando hacemos algo mal merecemos un castigo, y entonces se crea un circulo vicioso en donde creemos merecer un castigo pero nos enojamos al recibirlo. Más que recibir y dar castigos creo que lo que tenemos que hacer es aceptar las consecuencias de nuestros actos. Piénsenlo así, ¿por qué merezco un castigo si la consecuencia y la responsabilidad ya son suficiente? Veamos como esto es algo que sucede desde que somos niños.
Acompáñenme en este ejemplo: una mamá con un hija de 4 años, la hija comienza a hacer un berrinche porque no se quiere comer la comida y avienta su palto favorito de Bob Esponja, el plato se rompe, la mamá se enoja y la hija continua llorando. Un ejemplo que hemos visto y vivido millones de veces.
¿Qué es lo que en su mayoría ocurre, la madre castiga a la hija con un regaño, un time out, la manda a su cuarto, la amenaza diciéndole que no le comprará uno nuevo (aunque al final lo más probable es que sí se lo compre). Por qué no, dejamos que la niña aprenda de sus acciones, a través de las consecuencias que ya existen. Es decir, en este ejemplo, la niña rompió su plato favorito, las consecuencia son: la primera es que ya no tendrá su plato y la segunda es que tendrá que ayudar a recoger la comida que tiró, esas son consecuencia suficientes ya no necesita un castigo aparte. ¿Por qué? Porque ahora tendrá que tomar responsabilidad de sus actos y tolerar las consecuencias por más incomodas y poco placenteras que puedan ser. Y no crean que este ejemplo se limita a niñas de cuatro años, esto se puede generalizar en todas las cosas que hacemos como adultos en nuestro día a día.
¿Necesitamos otro ejemplo? No hay problema tengo miles, ahora lo haremos con un ejemplo de adolescentes y adultos jóvenes. Escenario: chocamos el carro que nuestros papás nos regalaron, todo por distraernos con el celular. Las consecuencias implícitas son: miedo y susto por haber chocado, porque no creo que nadie disfrute de esta situación tan cotidiana pero tan angustiante. El tiempo que vamos a perder esperando al seguro, el tiempo invertido en reparar los vehículos y el gasto económico que va a ser repararlos.
Creo que ya son varías consecuencias, ¿Pero qué es lo que pasa a veces? Que los padres a manera de evitar que otra situación así ocurra, castigan al adolescente y le quitan el carro por x número de días o meses. ¿Por qué este castigo no sirve? Porque en vez de generar un espacio de reflexión y de responsabilizarlx por sus acciones, se crea un espacio de enojo y resentimiento. En el castigo no hay espacio para el aprendizaje.
En las consecuencias sí, aquí se puede dar la reflexión, porque viene desde hacerse responsable por sus actos. No es lo mismo castigarle y quitarle el carro, a que este adolescente tenga que conseguir por lo menos una parte del dinero para el seguro o los daños, el tener que ir a hablar con el seguro o con la agencia para resolver la situación, el tener que esperar a que salga el carro del taller. Todo esto implica aprendizaje en muchos niveles, un aprendizaje natural e implícito que no viene desde el enojo, como sucede con el castigo.
Si logramos hacer este cambio y realmente aprender tolerar vamos a mejorar la relación que teneos con nosotrxs mismxs, se los aseguro. Aceptar las consecuencias implica que las toleremos y en la tolerancia y aceptación encontraremos reflexión. Habrá un espacio en dónde estemos abiertos a reflexionar y analizar sobre la situación, cómo actuamos, cómo nos hubiera gustado actuar y cómo podríamos mejorar para la próxima vez (he aquí el mayor aprendizaje de todos). Versus yo vivirme enojadx y quizás emberrinchadx con los castigos que obtuve y con las personas que me lo pusieron. También, me va a enseñar aceptar las consecuencias de mis actos, algo que como sociedad nos falla muchísimo.
Existe una tendencia muy marcada a querer responsabilizar al otro o a la situación de mis conductas y mis reacciones. Créanme que en tomar la responsabilidad y aprender, existe el madurar. También créanme cuando les digo que la edad no es sinónimo de madures. Finalmente, hay que entender que todo es práctica y constancia. Es estar abiertos al cambio y a tolerar tanto cosas “buenas” como cosas “malas”. Claro que vamos a disfrutar más las placenteras. Pero el mayor crecimiento se encuentra en tolerar lo desagradable.
Y la calidad de la relación de ustedes consigo mismxs va a ser muchísimo mejor. Recuerden, como nosotros nos tratamos y nos sentimos con nosotros mismxs, es como nos vamos a relacionar y tratar a los otrxs. Todo empieza desde adentro.