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- 07/05/2021
Reflexiones de una doctora feminista y mexicana, a mucha honra

Autora: Analy Gómez Picos
Hola, soy médico. Probablemente sin conocer mi cara y mi nombre lo primero que piensas al leer mi profesión es un hombre; sin embargo, soy una de las 36 profesionistas que tiene el INEGI registradas por cada 100 médicos en este país. Al pensar en mi formación profesional estos números no hacen sentido, donde me formé mi generación siempre fue predominantemente femenina. Habiendo dicho esto, considero imperativo especificar que soy mexicana, y México, como muchas de nosotras sabemos, es uno de esos lugares donde las mujeres son mayoría y minoría al mismo tiempo. ¿Qué quiero decir con esto? Las cifras más actualizadas demuestran que más de la mitad de los mexicanos son mujeres. Con esto les pregunto a ustedes, estimados lectores ¿dónde están las mujeres en la medicina? La respuesta es muy sencilla, están en todos lados.
En la educación, en la investigación, en la práctica, en los quirófanos y en miles de áreas más que me tomaría todo el segmento nombrar. Cada vez existen más mujeres liderando en todas las áreas que la medicina tiene para ofrecer. Entonces, ¿por qué es tan difícil imaginar la cara femenina de la medicina al escuchar la profesión?
Al recordarme a mí misma antes de iniciar este caótico pero hermoso camino, tengo muy presente las palabras de un viejo amigo de mis padres, que al escuchar que quería estudiar medicina dijo “¿Medicina? con esa cara puedes esforzarte menos, deberías considerar la cosmetología”, así siempre es para las mujeres, se sienten con la libertad de opinar sobre nuestro futuro y de cuestionar nuestras decisiones.
Ser mujer en la medicina es tolerar comentarios condescendientes de tus mismos pacientes, es ser cuestionada sobre tu matrimonio y tus hijos y ser vista con lástima al negar la existencia de ambos. Es tolerar ser llamada de todas las maneras posibles en el idioma español antes que doctora, y de no corregirlos siempre serás señorita, mija, muchacha, niña, mientras tus compañeros hombres, incluso de menor grado académico, siempre serán doctor. Ser mujer en la medicina es inspirar a otras mujeres, es crear espacios de sororidad en la práctica médica, es atender con compasión y entrega, es innovar en los espacios científicos y de investigación.
Ser mujer en la medicina es ser líder y al mismo tiempo parte del equipo, un equipo donde siempre ha tenido lugar a pesar de ser desplazada por sus congéneres y desalentada desde su infancia de perseguir sus sueños con ambición.
Cierro esta reflexión haciendo énfasis en que ya no quiero vivir en un mundo de hombres, ojalá esto sea una realidad para la próxima generación de médicas que como yo, quieren dejar su marca en el mundo, por el momento yo seguiré luchando por hacerlo realidad, los invito a hacer lo mismo por ellas.