- Lo Más RecienteOpinión
- 19/07/2021
Transitorios-Al precio que sea

Un querido amigo y maestro me decía que la vida es una película muy corta que no se puede ver dos veces y cuyo final conocemos. Por eso cuando hacemos un recuento y un recuerdo de lo que hemos hecho durante el tiempo que hemos estado aquí, es muy difícil no poder establecer que en la vida hay actos que reflejan una conducta apegada a ciertos valores qué aprendimos de niños y que nos fueron inculcados para bien o para mal, y son los que escriben el guion en la película de la vida de cada uno de nosotros.
Con el paso del tiempo empezamos a ver nuestra realidad con una perspectiva más completa y tal vez diferente a lo que pensamos era la verdad revelada por decir hace 30 años. Nos damos cuenta qué lo que era importante hace tiempo, tal vez hoy sea algo secundario o incluso, intrascendente en nuestra vida. Lo que pensamos como un absoluto ahora resulta algo completamente menor y relativo. Con los años un hombre aspira a tener serenidad, tranquilidad y la firme convicción de qué ha hecho lo mejor que ha podido en este mundo.
De esta vida no nos podemos llevar nada material, de qué habrá servido comprar la casa del vecino, la calle completa o la ciudad entera, si no podremos trascender a ello. En verdad lo que deja huella es nuestra conducta, nuestra lealtad con nuestros familiares y amigos, nuestro compromiso con la sociedad y nuestra aportación para ser mejor nuestra vida familiar, nuestro país y este mundo.
A veces en la sociedad actual no hay nada que más importe que acumular dinero al precio que sea. Muchos actúan y se comportan como si solo la riqueza es la que explica el prestigio y buen nombre de una persona, de una familia, y si para ello hay que traicionar, mentir y engañar, no importa, el fin lo justifica, sin reparar en los costos.
La ambición desmedida nos puede generar a nosotros y a nuestros seres queridos seguro más problemas que beneficios. De qué sirve todo el dinero del mundo si no se puede ir a donde se quiera. De qué sirve haber pisoteado a la gente en aras de la patológica acumulación de riqueza sí mi nombre, mi honra y mi prestigio están por los suelos, de qué sirve haber generado tantos problemas para obtener dinero, con él no puedo comprar amistad, respeto y tranquilidad.
El dinero como único dios, como único objeto y finalidad en la vida cobra un precio muy alto, genera todo tipo de problemas y sobre todo nos vuelve serviles al mismo dinero, se vuelve el dios venerado y omnipotente, cuya lógica es acumularlo a toda costa, al precio que sea, sin que importe nada más.
Tengamos muy presente que, en la lógica de esta acumulación insana, del dinero al precio que sea y por lo que sea, la ambición desbordada, sin límites, sin escrúpulos y sin pudor, no tiene sentido, porque de qué sirve tener todo si la situación de poseerlo me condena a la deshonra y a vivir con el temor de que algo me suceda a mi o a mis seres queridos.
La ambición es buena, cuándo de ella se genera una competencia sana, una actitud con un sentido ético del bien y el mal, una acumulación que genere mayor riqueza para crear empleos, mejorar el entorno y defender libertades. Cuando la ambición se tuerce, para generar un solo propósito de supremacía personal, de cumplir caprichos y generar encono, ésta se vuelve el principal obstáculo para poder transformar en el buen sentido de la palabra la realidad para mejorar la en beneficio de todos.
Cuando la ambición insana se reúnen políticos, grupos de interés y personas sin escrúpulos cualquier cosa puede pasar, desde la violación a la ley hasta las más aberrantes acciones de que el hombre puede ser capaz de ejecutar. Este tipo de ambición es la que causa la corrupción sin límite que destruye y permite la violación al estado de derecho, qué lastima instituciones públicas y privadas que hemos construido a lo largo de muchos años y con gran sacrificio y esfuerzo. Es la ambición que genera la desigualdad que vivimos, la que llega incluso a ocasionar hambre y enfermedad.
Este tipo de ambición es otro de nuestros grandes males.