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- 02/06/2021
Caleidoscopio-La madre de todas las boletas

En la vida, como en el universo mismo, nada es absolutamente negro ni es totalmente blanco. El quehacer humano es un formidable caleidoscopio donde danzan y se mezclan permanentemente una infinidad de tonalidades que resultan de una complejísima paleta policromática en la que conviven el temperamento, los valores, las convicciones, las aficiones, las filias y las fobias, las creencias, la pasión, el criterio, la inteligencia y un larguísimo, tal vez interminable etcétera.
Como resulta natural, a una mayor exposición de cada individuo, corresponde un nivel superior de visualización y, en consecuencia, de opinión colectiva en torno de sus actividades, pudiendo ser, ésta, tan disímbola como influencia tengan los factores mencionados anteriormente en el opinador.
De singular importancia, la percepción resulta determinante al momento de emitir una opinión, toda vez que dicha percepción puede ser influenciada por una multiplicidad de estímulos. Se trata, pues, de una ecuación con un número considerable de variables.
El primer domingo del mes que estamos inaugurando, los ciudadanos mexicanos estamos convocados a emitir nuestro sufragio en el marco de una jornada que se significa como el culmen de un proceso electoral caracterizado por una gama de hechos que van desde las manifestaciones más enaltecedoras de la condición humana hasta las más execrables muestras de la reminiscencia bestial que transita en nuestro código genético.
Efectivamente, de manera presencial a lo largo y ancho de los casi dos millones de kilómetros cuadrados de territorio nacional, así como vía remota desde casi cualquier punto del orbe, los mexicanos dispondremos de, cuando menos, una boleta (para elegir diputado federal) y en decenas de millones de casos, de dos, de tres y hasta de cuatro boletas en las que podremos plasmar nuestras preferencias en lo que respecta a diputado federal, gobernador, alcalde, ayuntamiento municipal y diputado local.
Aún cuando los comicios para elegir autoridades locales resultan trascendentes para la vida regional, en escasísimas ocasiones como en este año, una elección de las llamadas intermedias (por llevarse a cabo a la mitad del mandato presidencial) en que se renueva la integración de la Cámara de Diputados, han tenido una importancia como supone la que se avecina.
Lo anterior, considerando que durante el primer trienio de su gobierno, el presidente de la República ha transitado llevando como compañía a un poder legislativo en el que los diputados de su partido -con la suma de sus aliados- hace una mayoría que, por absoluta, ha podido aprobar toda iniciativa proveniente del Ejecutivo y tomando en cuenta, además, que el propio presidente ha subrayado que en el baúl de las iniciativas guarda, todavía, un amplio lote.
Es por ello que la boleta para elegir legisladores federales, puede ser calificada con justicia como la madre de todas las boletas. El rumbo del país dependerá en gran medida de la integración de la legislatura federal número sesenta y cinco, y no somos sino los mexicanos quienes habremos de perfilarlo con nuestra voluntad colectiva, que no es más que la suma de las decisiones individuales.
A una prolongada y costosísima (en todos los rubros) etapa de sensibilización y exposición de propuestas por parte de los miles de candidatos, le sigue un breve periodo de reflexión pensado para que el elector reafirme, decida o cambie el sentido de su voto.
Aquí es donde cobra capital importancia el factor percepción:cada persona, como consecuencia de dicha meditación, en su íntima intimidad, en la soledad de la casilla, hará manifiesta la personalísima opinión que tiene del gobierno, dará testimonio del lugar en que lo ubica en esa inacabada gama polícroma y caleidoscópica de que hablábamos al inicio.
Así pues, el lunes próximo estaremos en condiciones de saber si las velas del navío lopezobradorista continuarán henchidas por tres años más o surgirán vientos de cambio que obliguen a su arriamiento.
Hagamos votos porque, lo que venga, sea por el bien de México.