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- 09/07/2021
¿Por qué los humanos sufrimos?

Shalom Slovenia Padilla Ledezma
¿De qué depende que algunas personas la pasen mejor o peor que otras? Más allá de si existen “trastornos” o enfermedades mentales, existen ciertos patrones o rasgos psicológicos que nos hacen más o menos propensos a sufrir. Y hoy me quiero dedicar a un rasgo en específico, que es la flexibilidad psicológica.
¿Has escuchado que lo que no se dobla se rompe? Podemos pensarlo con materiales físicos; no sé si recuerdes aquellos lápices flexibles que se pusieron de moda por allá del 2005, que podían doblarse y no se rompían, a diferencia de los lápices comunes de madera, los cuales sabemos que se romperán al ejercer fuerza tratando de “doblarlos”. Pero el ser flexibles o no, no sólo es importante para los lápices, sino que, como seres humanos, mucho de lo que hacemos, sentimos, pensamos (…) parte de esa cuestión.
¿Y qué entendemos por ser flexible o no? Bueno, sucede que estamos inmersos en un mundo en el cual hay una cantidad inmensa de estímulos (visuales, auditivos, emotivos, etc.) y la manera en la que interactuamos con dichos estímulos es estableciendo relaciones arbitrarias. Me explico: un bebé prueba un alimento que le gusta y su mamá le dice que se llama “manzana” y es una fruta; ahora el niño ha establecido no sólo la relación de que ese objeto redondo y rojo se llama manzana, sino también la relación de que al comer una manzana se sentirá feliz y otra más arbitraria de que las frutas generan felicidad. ¿Qué va a suceder? Que la conducta del bebé va a comenzar a verse influenciada por las reglas arbitrarias que estableció; por ejemplo, es muy probable que la próxima vez que su mamá le muestre una manzana, él comience a salivar o a sentir emoción.
Hasta aquí todo parece normal ¿no? Interactuamos con nuestro ambiente, establecemos relaciones, nos comportamos de acuerdo con ello y se produce la adaptación. Pues sí y no. El problema puede surgir cuando esas relaciones arbitrarias no coinciden con la manera en la que funciona realmente nuestro contexto, o cuando se convierten en reglas rígidas, que más que permitirnos adaptarnos, nos dificultan la adaptación y nos generan sufrimiento.
Algunos ejemplos de estas relaciones poco funcionales son aquellas de tipo “tengo que estar bien”, “si demuestro lo que siento, puedo perder el respeto o aprecio de las personas”, “las cosas se tienen que hacer a mi manera para que salgan bien”, “si no duele, no sirve”, “todo lo que me sucede es mi culpa, por algo me sucede”. Puede que estas relaciones hayan tenido sentido en algún momento específico, en una situación específica; sin embargo, no coinciden con nuestra naturaleza humana, ¿por qué? Bueno, es imposible que estemos o no sintamos bien TODO el tiempo, simplemente porque hay cosas o personas que nos importan y en el momento en el que alguna de esas cosas se “desequilibren”, lo normal será que nos sintamos tristes, preocupados, molestos, etc.
¿Qué sucede entonces cuando nuestro contexto no coincide con nuestras reglas? ¿Qué pasa con la persona que relacionó que sentirse triste es malo, y por más que lo intenta, no puede dejar de sentirse triste? ¿O qué pasa con la persona que relacionó que las cosas sólo salen bien si se hacen a su manera, pero es imposible que controle todo, todo el tiempo? ¡El resultado es horrible! Ahí es donde ocurre la inflexibilidad o rigidez psicológica y las consecuencias van todas encaminadas al sufrimiento.
Una persona que actúa de manera inflexible, por lo general, trata de evitar o controlar todo aquello que le incomoda. Y el resultado no es sólo que no puede desaparecerlo, sino que se hace más grande y tiene más costos (en distintos aspectos y áreas de su vida).
Ahora, ¿qué podemos hacer? Definitivamente, no podemos dejar de establecer relaciones, pues eso es una acción derivada de la capacidad que tenemos de pensar. Y como humanos, sencillamente no podemos “renunciar” a dicha habilidad. Lo que sí podemos hacer es comenzar a prestar más atención a lo que hacemos y pensar POR QUÉ lo hacemos, de qué relaciones o reglas estamos partiendo. Y, en segundo lugar, pensar PARA QUÉ lo hacemos; si la respuesta es para acercarnos a algo que es agradable para nosotros y le suma valor a nuestra vida, ¡adelante! Pero si la respuesta es, para tratar de disminuir o controlar un malestar, ¡cuidado! Puedes terminar “rompiéndote”.