Retrato Ormeta – La fabricación de culpables: La especialidad de la casa

Hace siglos, el escritor Alejandro Dumas nos heredó una de las mayores obras literarias escritas por la humanidad. El Conde de Montecristo es por muchos, una de las diez mejores obras literarias por puntuales razones que la exaltan, ya que, no sólo resalta por su fluidez en la narración de las complicadas relaciones que se suscitan en la trama, sino también por profundizar en sentimientos tan ruines como la venganza o la tragedia ajena para beneficio propio, sentimientos que llevarán a trágicos destinos a los personajes.

Como su personaje principal tenemos al marinero Edmundo Dantés, quien al tocar tierra después de estar meses navegando, tenía planeado casarse con su prometida, así como ayudar a su padre a salir adelante y prepararse para ser el próximo capitán de su navegación. Sin embargo, la envidia e intriga confabularon una falsa acusación ante la autoridad local, lo que provocó que fuera detenido y juzgado el mismo día que tenía planeado celebrar su boda. Sin miramientos, sin investigación alguna y con denunciantes fabricados, Edmundo es condenado a una prisión de una isla para pasar años en ella y con esto, perder momentos irrepetibles de su vida. 

Como vemos, esta maravillosa obra tiene como eje toral, el encarcelamiento injusto del personaje principal a causa de que unas personas utilizaron el momento histórico y al aparato de justicia para sacar de sus planes al brillante Edmundo. Como tal, el Estado francés fue utilizado para sentenciar a un hombre a prisión sin que este último haya podido defenderse, ni conocer a sus acusadores y sin poder presentar pruebas, esto es, sin respetarle sus derechos ni tener un debido proceso. Y aunque la obra fue escrita hace más de dos siglos, la situación injusta que vivió Edmundo, es una situación cotidiana que viven muchos mexicanos en pleno auge garantista del siglo XXI.

En efecto, como en la época de las monarquías absolutistas, en México se utiliza el poder político para presionar al débil sistema de procuración de justicia con la firma intención de privar de la libertad a aquellas personas que osan cruzarse con los detentadores del poder. Con el ejercicio puro del poder, muchas veces las fiscalías actúan con consigna clara para despojar de su libertad a los considerados enemigos del régimen, que mejor receta maquiavélica que el amedrentar con el hierro de la justicia a los incomodos que estropean los planes del poder. Peor aún, la justicia suele utilizarse como bala de venganza personal, pues para satisfacer tan ruines sentimientos se utiliza el poder del Estado para acallar al rival. 

Así es, los derechos humanos y el debido proceso quedan dejados de lado, cuando el poder político tiene la clara intención de pisotear a una persona. Ni las más mínimas garantías procesales son respetadas cuando el Estado decide cargar con toda su fuerza contra los enemigos del régimen. Ejemplos nos sobran, de distintas épocas y de distintos colores partidistas, pues se ha utilizado sistemáticamente la procuración de justicia para fabricar culpables desde prominentes líderes sindicales pasando por pintores de talla mundial hasta los más sonados casos de enjuiciamientos políticos. Y todos comparten una característica, el uso faccioso de la justicia para amedrentar a los incomodos del sistema. 

Pareciera que seguimos en la época de Edmundo, pues a pesar de que presumamos de la nueva época de derechos humanos y de la independencia de las autoridades de brindar justicia, hoy en pleno 2022, se utiliza el aparato de justicia para encarcelar sin miramientos a personas inocentes. 

Ormeta: A pesar de la paliza que la Suprema Corte de Justicia de la Nación le dio al asunto personal del fiscal general de la república, el presidente vuelve a darle su voto de confianza…Ya veremos, si en unos años no se arrepiente de esto.