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- 10/07/2021
Transitorios-La Universidad y la autocracia

La Universidad tiene como finalidad producir conocimientos, formar personal de excelencia y profesionales capaces de servir a la sociedad. La universidad es vida académica, es creación, investigación y descubrimientos científicos. La universidad tiene una relación estrecha y profunda con la cultura. La universidad es libertad.
La Universidad es la casa de la inteligencia para formar profesionales comprometidos con su entorno social, con su alma mater, con su estado y con su país.
Crear una Universidad de excelencia no es una tarea fácil, no se logra de la noche a la mañana, requiere de un gran esfuerzo, de una gran inversión en recursos económicos y humanos, demanda trabajo, inteligencia y disciplina. La Universidad requiere paz para que el intelectual y el científico produzcan ideas y conocimientos; la tranquilidad es necesaria para la comunidad universitaria. Los maestros, los estudiantes, los trabajadores administrativos y las autoridades universitarias son ese universo en donde se hace posible el debate científico y social de hoy.
La Universidad nunca estará ajena al análisis del mundo y las ideas para engrandecer el conocimiento y la filosofía, la ciencia y la investigación, la política y la realidad. La Universidad agita conciencias para contribuir a crear una mejor sociedad, para señalar errores de los gobernantes y evidenciar incapacidades públicas y conflictos de intereses, para analizar la violación de los derechos humanos.
La Universidad es concentración de conocimientos e inteligencia. Es vida cultural y deportiva. Es espejo y reflejo directo de la vida de la sociedad en todas sus expresiones.
Cuando una Universidad produce grandes profesionales, investigadores, académicos, no es inteligente ni lógico cambiar ese tipo de proyectos. Cuando él cambio se genera con violencia y pasando por encima del estado de derecho, es reprobable y estúpido pretender que ese proyecto de éxito se mantenga. Se está condenando al fracaso por la ambición de unos cuantos y por la venganza de los menos a la mejor universidad privada de México.
La UDLAP es una universidad que trasciende nuestras fronteras, es internacional en el mejor sentido de la palabra y pese a ello, la semana pasada, fue objeto de un acto despreciable desde el punto de vista jurídico, social y académico. Su casa fue violentada con la fuerza del estado y con la violencia de las armas al frente de espurios mercenarios y mercaderes de la peor calaña para saciarse de un botín que han ambicionado y preparado transgrediéndolo todo.
A los que tenemos la suerte de haber cursado una carrera universitaria, a quienes viven una de las etapas más completas de la vida en los claustros universitarios, a quienes aprendimos que en la Universidad el valor de la educación es el principal agente transformador de una sociedad qué pretende cambiar su realidad para mejorar la calidad de vida de muchos, no hay consigna ni interés que justifique la toma de sus instalaciones con el uso de la fuerza, con policías armados contra estudiantes y maestros que todos los días ejercen su libertad como valor fundamental del hombre, su palabra como expresión de su conciencia y de su historia, su diversidad como respeto a los demás y al derecho de cada miembro de la universidad. No hay motivo que justifique cometer tamaña atrocidad.
Vaya mi protesta de universitario, mi protesta de opinador, porque ofendieron con ese acto de una descomunal estupidez a todos los universitarios de México. Cuando se lastima la palabra y el pensamiento, que es la esencia del hombre, la libertad vive bajo acoso permanente, perseguida y la sociedad deja de ser esa convivencia civilizada que tanto nos ha costado mantener.
Protesto con toda energía por lo ocurrido, también escucho y comparto las protestas de miles de estudiantes, catedráticos, de padres y madres de familia, investigadores y la de la sociedad que no puede admitir este tipo de arbitrariedades.
El uso de la fuerza nunca será legitimo en contra de una comunidad universitaria en donde sus armas son la inteligencia, la palabra, los libros y la tolerancia. Que nuestra indignación no termine.