En Busca del Estado Perdido-Rébsamen, la Línea 12 del metro y la cultura de la impunidad

Esta semana fue condenado a purgar 208 años de cárcel el que fuera director responsable de obra del colegio Rébsamen, lugar en donde -como todos sabemos- murieron 26 personas -19 niños y 7 adultos-, resultado del fatídico sismo del 19 de septiembre de 2017. Al parecer la justicia se impuso, se buscó a los responsables, se les castigó.

Haciendo un paralelismo con la tragedia de la línea 12 del metro, también fallecieron 26 seres humanos, según las recientes investigaciones fundadas en peritajes hechos por reconocidas instituciones nacionales e internacionales, el percance se debió a una falla estructural asociada a deficiencias en el proceso constructivo, -no se siguieron los cálculos originales, había vigas sin pernos y soldaduras incompletas- que dieron lugar al desastre.

Ambas fatalidades son producto de irresponsabilidad de quienes teniendo el deber de cuidar que la ejecución de una obra sea en estrictos términos de la ingeniería -para evitar precisamente lo que ocurrió fractura, derrumbes, muertes- fueron omisos por impericia o colusión -al final- corrupción.

La comparación es siniestra: Taras estructurales, luego colapso, resultado muertos -26-, familias que de la noche a la mañana pierden a un ser querido, a las que se les pide paciencia cuando la catástrofe pasó -sin que mediara esta- de un momento a otro.

Sin embargo, con la similitud hay grandes diferencias: no se ha sancionado a nadie por la línea 12, el constructor ofreció repararla sin costo -como si fuese una dádiva- olvidándose que tan solo van 26 muertos, más cientos de miles de afectados por el transporte.

¿Sin costo? ¿Qué no es un costo irreparable las 26 muertes? ¿Familias que perdieron al padre, madre, hermano o hijo? ¿Todos los que sufren por haberse quedado sin transporte que ahora -a diario- hacen horas en sus traslados? ¿Los lesionados permanentes? ¿Los que quedaron con traumas psicológicos por lo vivido?

La respuesta es obvia; sí, estos son los costos más graves de la desgracia.

Detrás del colegio Rébsamen no hay poderosos, la furia del Estado se dejó caer, hay sentencia condenatoria; en cambio en la línea 12 hay poderosos, no hay responsables, el contratista brinda remendar lo que construyó mal. ¿Habrá sanciones a éste? Por supuesto que no; en este país el derecho es esquivo: Todo sobre los débiles, pero nada a los potentados. Basta una visita a nuestras prisiones, llenas de los que menos tienen.

Haciendo una reflexión con una muy respetada colega afirmó: “El problema es cultural, viajamos al extranjero, somos turistas modelos, observamos las normas de tránsito, de buen gobierno, cívicas, porque sabemos que si las rompemos habrá consecuencias, en nuestro país sabes que no las hay, entonces desconoces a la autoridad, pisoteas a terceros y evades la responsabilidad, es una selva”. Es verdad. Vivimos en plena impunidad, a diario lo vemos, muertos al por mayor -todos casualmente por delincuencia organizada, es este el pretexto perfecto para no investigar- robos, secuestros, extorsiones, violaciones, -todos contra todos- nadie nos salvamos y el derecho en el olvido. Un desastre, un lamentable desastre.

Quizá el Estado no es fallido, pero sí el derecho. El derecho hace iguales a los desiguales, nos pone en el mismo plano -ricos o desposeídos- sanciona por igual, porque lo que busca es mantener el orden, que nadie se salga de la raya y el que se atreva que resienta la sanción.

He sido testigo como en otras democracias a los poderosos -empresarios, banqueros, artistas, deportistas, terratenientes, constructores, políticos- son a los que más se les vigila, para que en caso de que quebranten la legalidad se les lleve ante un Tribunal, se les juzgue y castigue, mandando con ello el mensaje a la sociedad de que todos son iguales ante la ley, da confianza en el derecho y en el sistema, anima a todos a respetarla, sin duda, vivir bajo el derecho es la mejor forma en que puede existir una sociedad.

¿Veremos al todopoderoso constructor de la línea 12 en prisión o será hasta en la Corte Celestial donde algún día se le juzgue por los 26 muertos que carga en su conciencia? Los mexicanos anhelamos justicia terrenal.