¡Fuera cadenas!- La normalización del terrorismo

¡Fuera cadenas!- La normalización del terrorismo

En nuestro país ya se han normalizado muchísimas conductas que resultan muy tóxicas para nuestra sociedad, entre ellas, la muerte por causas no-naturales. Sea de pasajeros del transporte público con motivo de la rampante corrupción; de pacientes, por falta de atención médica; de mujeres, por el machismo; de gente común y políticos por terrorismo. Tenemos toda clase de crímenes: desde violencia por razón de género, hasta por cuestiones que, a mi juicio, derivan en terrorismo.

En relación con esto último, se ha tornado en algo común y hasta “normal” el allanamiento de hogares para desaparecer a jóvenes, todos ellos sin ninguna razón aparente. De igual forma, se ha hecho sumamente común escuchar sobre el asesinato de candidatos y políticos durante esta época electoral. Todos ellos no aparentan ser hechos aislados, sino que dan la impresión de estar relacionados por los efectos que generan: primero, infunden terror en la población, segundo, atacan la estructura del Estado, y, tercero, suceden durante un lapso prolongado de tiempo. Es decir: lo que estamos presenciando parecen ser actos terroristas.

Atacar sistemáticamente a la población sin un motivo claro en contra de las personas que recienten directamente los crímenes, o el asesinato constante de políticos y candidatos tienen el objetivo de desestabilizar uno de los pilares de la democracia: la ciudadanía. Al desestabilizar uno de los elementos esenciales de la democracia, se debilita —aún más— el Estado de Derecho. El Estado es un ente que, en teoría, garantiza el orden y seguridad de sus ciudadanos y para lograr tal propósito, se le otorga poder. En una democracia, el poder se ejerce por los ciudadanos que son electos para ocupar los puestos públicos. Sin embargo, estar atacando constantemente tanto a la ciudadanía como a los candidatos que aspiran ocupar esos puestos públicos genera que el Estado falle en su propósito. 

El poder se ejerce, y si el Estado constitucional no lo hace, entonces habrá otras entidades no-gubernamentales, sean criminales o no, que lo harán. Lo preocupante aquí es que las entidades no-oficiales que ejercen el poder suelen ser, precisamente, los criminales. Ejemplos de esto último abundan, donde los criminales son quienes tienen el control de la “seguridad” de algunos poblados del país, e, incluso, organizan eventos sociales. 

Así, el constante debilitamiento de las estructuras ciudadanas, especialmente de aquellas que tienen a facilitar el acceso al poder político-constitucional, sumado a la constante búsqueda de legitimidad social por parte de los grupos criminales, me hacen creer que los hechos que hemos visto a lo largo de este proceso electoral son, en realidad, terroristas.

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