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- 07/02/2022
En Busca del Estado Perdido-La Constitución

El pasado 5 de febrero se celebró un año más de nuestra Constitución.
Con 105 años de edad a cuestas, vale la pena hacer una reflexión sobre el estado que guarda nuestro documento fundamental.
Primeramente, es importante diferenciar entre el ‘Pacto Federal’ de la Constitución. El Pacto Federal es la báse esencial de la Nación, es un acuerdo firmado entre los Estados miembros de la Federación, que data de 1824, en el se plasmaron los principios que le dan razón de ser a los Estados Unidos Mexicanos, siendo fruto de ese acuerdo la Constitución.
Es relevante resaltar que desde su creación el Pacto Federal no ha sufrido reforma alguna. La Constitución sí, muchas.
La Constitución recogió los ideales mandatados por los padres fundadores de México y los hizo imperatorios para todos. En ella hay obligaciones y derechos que debemos y tenemos como mexicanos.
En el ejercicio de la abogacía siempre he sostenido que la Constitución lo es todo, porque de ella emanan el absolutismo de la protección. Es autoritaria, obliga a que se nos respete nuestra persona, nuestros bienes, pero lo más importante nuestra dignidad; es tan poderosa que en su nombre se han destruido actos del Presidente que atentaron contra ella. No hay poder humano alguno que la deba contradecir. Si fuese persona, sería una dictadora. No admite alegato, simplemente ordena.
A diferencia de países donde la Constitución es prácticamente intocada, en México -seguramente resultado de este extraño mestizaje- en acomodo al régimen que gobierne recibe enmiendas al antojo, la adecuan para facilitar el ejercicio de gobierno. En este sentido -datos del Instituto Belisario Domínguez del Senado de la República- son más de 700 veces que ha sido reformada situándola como una de las más modificadas del mundo. Las enmiendas responden a intereses políticos, no jurídicos, resultado de acuerdos entre fuerzas -muchas veces de origen fáctico- para acomodar sus afectos.
Es lamentable. Nuestra Constitución es vista como la anciana que estorba, no como la que se debe venerar.
Para entender la Constitución hay que interpretarla, pero cuando no se puede o quiere hacer ese trabajo -propio de la Corte- se opta por cambiarla en un ejercicio netamente político, entonces se vuelve un acuerdo ‘entre partes’ olvidando el interés de la Nación, prueba de ello es el cambio -que el régimen priista hizo- en la edad necesaria para ser Senador reduciéndola de 35 a 25 años con la finalidad de que llegara un joven fruto de un acuerdo político. Así se trata a nuestra Constitución.
Haciendo un balance al día de hoy, todos -ciudadanos y autoridades- le debemos a la Constitución. Los primeros por evadirla y los segundos por violarla.
Me gusta mucho respetar la Constitución, a ella en lo personal, le debo mi libertad. En mis momentos más aciagos me ha protegido mostrando el enorme poder, jerarquía y autoridad que tiene.
Volvámonos todos guardianes de la Constitución, su imperio produce certeza, igualdad, legalidad, haciendo que nuestra convivencia sea bajo reglas claras. Nada mejor que vivir en un Estado Constitucional, nada peor que seguir en la condición aparente de la perdida del Estado de Derecho, porque reinará el caos, la Constitución lo evita, nos da sentido como Estado y sociedad.
En 1988 jure desempeñar mi profesión con lealtad a ella, hoy refrendo mi compromiso de defenderla hasta el último aliento de mi existencia.
Larga vida a nuestra Constitución.
TFA