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- 30/03/2021
Reflexiones-12 meses de pandemia

Tras un año de coronavirus seguimos confinados, sin que las estrategias implementadas hayan dado los resultados esperados. Es un buen momento para compartir algunas reflexiones desde la perspectiva europea.
Desde los primeros días de la pandemia se adoptó la estrategia explícita de eliminar al virus, y mucha gente ha adoptado la idea que el número de infecciones responde directamente a lo que los gobiernos hacen o dejan de hacer. Es absurdo pretender que el ser humano se crea ajeno a los fenómenos naturales, y una epidemia es un fenómeno natural que se desarrolla menos rápido que una tormenta o un terremoto. Así como los gobiernos no pretenden acabar con huracanes o erupciones, sino que se preparan para limitar al máximo los daños, la respuesta al virus debe enfocarse en lo que es realmente posible contener, como reforzar los sistemas de sanidad, aceptando que las pérdidas humanas a veces son inevitables.
Los políticos tratan de aparecer en control sobre temas complejos, y para ellos desconocidos, ante sus asustados gobernados. Ahora bien, las decisiones erradas pueden convertir un fenómeno natural en un desastre. Dichos fenómenos ponen en evidencia problemas y carencias ya existentes, como la debilidad de los sistemas de salud. Con la epidemia de COVID, en sí misma un desastre, el daño se ha multiplicado por la manera en que ha sido abordada: además de dejar de lado lo aprendido y acordado sobre cómo enfrentar epidemias, intentamos usar recetas medievales que no caben en el contexto actual. Tras un año de intentarlo, parece que las medidas extremas como confinamientos, toque de queda, o cierre de fronteras no tienen un impacto significativo en el desarrollo de la epidemia, pero tienen enormes consecuencias negativas en la economía y la sociedad, incluyendo muchas muertes adicionales. Las consecuencias las pagarán las generaciones futuras.
Abordar sociedades complejas y multidimensionales de forma monotemática genera problemas inicialmente no contemplados. Hay quienes creen que la tecnología solucionará todo, pero el ser humano sigue siendo sujeto de las leyes de la biología. Morir es inevitable, pero la muerte prematura se ha vuelto inaceptable en una sociedad sobreprotegida. Algunas medidas tomadas para “proteger a los más vulnerables” reflejan en realidad una falta de responsabilidad para tomar decisiones difíciles. Y mientras los baby-boomers han demandado protección total contra el virus, la epidemia ha dejado en evidencia la total aversión al riesgo de las generaciones más jóvenes. Esto se traducirá en políticas más restrictivas buscando evitar todo tipo de riesgo, y escudándose en la ciencia: en muchos países equipos científicos asesoran a los gobiernos, pero los gobernantes eluden su responsabilidad alegando que solo implementan lo que se les aconseja.
Darle carta blanca a los gobiernos bajo cualquier excusa, miedo incluido, es cuando menos arriesgado. Durante todo el año, a veces de forma deliberada, se ha fomentado el pánico, tanto desde los gobiernos como desde los medios de información. Esto ha resultado en abusos desde la autoridad, con marcados retrocesos en la democracia durante el 2020. Por varios años la tendencia en muchos países ha sido que el papel del Estado se ha encogido, pero tras la pandemia veremos el regreso del Estado rector.
Finalmente, el torrente de datos diarios alrededor del virus no es informativo. Nos saturan de comparaciones superficiales entre países como si fuera torneo, sin considerar las muchas diferencias subyacentes. Entre la sobresaturación y la desinformación exprofeso, nunca hemos sabido tanto y a la vez tomado tantas decisiones sin fundamento. No hay espacio para el diálogo, y cualquier crítica o posición alterna a la oficial es inmediatamente descalificada. Esta manera de actuar de la sociedad, facilitada por las redes sociales, no va a cambiar. ¿Será que hemos irreversiblemente consolidado el paso de Homo sapiens a H. formidolosus (hombre miedoso)?