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- 04/10/2021
Transitorios- La matanza
Han transcurrido 53 años de los brutales hechos acontecidos el dos de octubre de 1968. La matanza de estudiantes a manos del Ejército Mexicano fue un hecho que cambió para siempre al México postrevolucionario en donde el poder recaía en las manos de un solo hombre.
México transitaba a una gran velocidad de ser un país rural a uno urbano, con lo que todo eso implica. A partir de ahí la sociedad mexicana ha buscado, no sin pagar un alto precio, construir una democracia que garantice libertad, seguridad y justicia, aunque parece que todavía existe un largo y sinuoso camino para alcanzarlas y hacerlas realidad.
El poder del presidente era total. Ni si quiera como pensamiento utópico estaba la posibilidad de la existencia de pesos y contrapesos entre el poder ejecutivo, el legislativo y el judicial que eran completa y totalmente dependientes del presidente de la República. Las políticas económicas impuestas por el Gobierno, si bien mantenían una economía cerrada, presentaban un crecimiento importante y sobre todo constante, además existía una buena seguridad pública y jurídica, así como la posibilidad de que quien trabajará duro podría alcanzar un mejor nivel de vida. El trabajo tenía recompensas, la clase media crecía, la educación pública se impartía con mayor calidad que en la actualidad y la sociedad y el Gobierno mexicanos estaban en orden consigo mismos y con el mundo. Nuestra política exterior era excepcional, tratábamos y nos trataban con respeto en un mundo polarizado por las ideologías bipolares del bien y del mal, de la izquierda y la derecha, de la libertad o la igualdad: de la guerra fría.
¡México estaba Bien!
Como en todas las sociedades existían problemas, pero absolutamente nada que ver con los que padecemos en la actualidad. La ideología del Gobierno era la de la Revolución Mexicana; ejidos, sindicatos y sectores populares le daban fuerza, los empresarios eran respetados. El PRI lo era todo y la sociedad se encontraba alejada de la participación política y de las controversias públicas, que eran solo para iniciados.
Pero esa tarde del dos de octubre de 1968, el País inicio en medio de esa brutalidad, un cambio profundo que tardaría más de 30 años en generar la primera alternancia en el poder ejecutivo, y en ese camino también trajo el derrumbe de la estabilidad económica y la aparición de las crisis recurrentes que prácticamente derribaron la fortaleza del peso y la estabilidad macroeconómica en base a una idea populista y frívola de hacer del Estado un empresario. Así se logró pulverizar el valor de la moneda, generar fuga de capitales, hiperinflación y falta de confianza en las instituciones fundamentales de la Nación. Después, en los años ochenta corporate and commercial relocation del siglo pasado se instauró el neoliberalismo que trajo una corrupción galopante y total que infectó a todos los sectores del Estado en todos sus niveles y que pretendió normalizar esa práctica como parte de la idiosincrasia mexicana, legado de los españoles, porque los pueblos originarios no toleraban la corrupción que era castigada con la muerte.
Antes del 68 en México eran impensables estallidos guerrilleros por parte de indígenas oprimidos y explotados del sureste del país. Impensable era que el narcotráfico tuviera el control de más del 30% del territorio nacional, que los homicidios dolosos se contarán por cientos de miles y que la impunidad fuera tal, que los familiares de los desaparecidos tomaran en sus manos la búsqueda de las personas ausentes porque el estado no ha sido capaz de darles una respuesta, ni de encontrarlos, ni de hacer justicia.
El 68 también tuvo otra importante expresión que llegó a ser una práctica que se acentúa hoy en día y es la aparición de un lenguaje irreverente en la forma y en el fondo en contra del Presidente. En el 68 y unos veinte años después era imposible que se dieran expresiones que atentaran contra el primer mandatario y su imagen. El respeto a la figura presidencial era total, de lo contrario habría consecuencias en contra de quien le faltase el respeto.
Recuerdo lo que se decía de los estudiantes y fue ahí donde empezamos a encontrar justificaciones para dividir y polarizar a la sociedad. Había un sector muy importante que apoyaba su movimiento y otro que lo reprobaba manifestando la intención de implementar el comunismo en México. Esto último nunca fue el ánimo del movimiento estudiantil del 68, pero sí fue la pantalla que explicó el uso de la fuerza y la “justificación” para aplicarla. Sin embargo el gobierno nunca pudo recuperarse de ese hecho.
A partir del 68 se rompe ese desarrollo estabilizador, se pierde la confianza en las autoridades, la unanimidad desaparece y la relación del Gobierno con los estudiantes se vuelve traumática y a las autoridades les da terror cualquier movimiento estudiantil que implique la necesidad de usar la fuerza pública para controlarlo, incluso aunque se violen leyes y disposiciones de orden público. También el movimiento del 68 ha servido para que los presidentes que sólo admiten el juicio de la historia limiten su conducta autoritaria para permitir expresiones de mayor tolerancia y diálogo que urgen hoy más que nunca, para reconstruir un tejido social muy dañado por la polarización porque como dice el clásico, quien niega su pasado está condenado a repetirlo.
Pues vaya una vez más esa consigna gritada cada año en memoria de quienes perdieron la vida ese día, esa tarde en la Ciudad de México, concretamente en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco: “el 2 de octubre no se olvida!”