Breve, pero a fondo-Los 100 mil desaparecidos del Times

Breve, pero a fondo-Los 100 mil desaparecidos del Times

La forma como The New York Times tituló su reportaje principal en su edición del lunes fue impactante: “100,000 desaparecidos en México”. Aún así, el encabezado de primera plana no dejó de sorpender, porque se trata de una realidad que no se puede ocultar.

Se trata de una fotografía nítida, precisa, de lo que se vive en el país. El drama de las desapariciones forzadas que golpea a miles de familias mexicanas, que sufren esta tragedia y que toca a todos los estratos sociales y en todas las regiones de este territorio encendido por la inseguridad y la violencia.

Lo publicado por el Times da en el corazón mismo de la tragedia nacional, porque trastoca la fibra más profunda de los mexicanos, que luchan a diario por no quedar atrapados en alguna de estas historias repugnantes que se escriben a diario.

Las imágenes captadas por el fotógrafo Fred Ramos, tienen una carga espeluznante de dramatismo y amargura, de impotencia y tragedia. Las ropas ensangrentada aparecen como única pista que podría llevar a la identificación de miles de cuerpos que fueron sepulatados en fosas clandestinas en terrenos y desiertos, en un intento por borrar todo rastro de su existencia.

Sin duda, el reportaje del Times es una alarma que se prende y debe ser vista y escuchada por el gobierno mexicano, para comenzar a combatir con acciones eficaces y contundentes este flagelo, en un esfuerzo por revertir este bestial fenómeno que parece enquistarse en la normalidad de un país, que sufre las consecuencias de una guerra sangrienta y sin cuartel entre los cárteles del narcotráfico.

“Los rostros de los desaparecidos aparecen, desbordantes, en pancartas y carteles en las plazas públicas de todo México, debajo de mensajes de los familiares que suplican por cualquier información sobre su paradero”, describe con crudeza Oscar López, en su extenso reportraje, en el que describe los pesares de quienes enfrentan la desaparición de sus amados hijos, hijas, esposas o esposos.

El mundo clava su mirada en México, como una daga filosa, y nos voltea a ver con recelo y desconfianza. La crítica comienza a golpear a un gobierno que no acaba de entender que es su deber acabar con esta monstruosa actividad criminal, que nos flagela a todos.

Este es el tiempo de que abandone ese tono beligerante con sus opositores políticos, de dar fin al encono y a la confrontación, y comenzar a estructurar estrategias viables y efectivas que le permitan a la sociedad avanzar en una convivencia pacífica, armoniosa,  con creatividad y en unidad de propósitos.

La desaparición de 43 jóvenes de Ayotzinapa es apenas un ejemplo por lo que atravesamos, y es la punta de un iceberg cuya masa está repleta de casos que se congelan bajo las aguas gélidas de un fenómeno atroz que sacude a toda una nación.

Sólo hay que imaginar el pesar en el que viven cientos o miles de familias por la forma como se esfumaron sus seres queridos, y de las circunstancias en las que les fue arrebatada la vida. Ponerse en los zapatos de esos mexicanos quizás nos ayude a comprender la magnitud de la tragedia, y nos dé el ímpetu necesario para exigir de nuestras autoridades que recurra a todas sus habilidades, de tenerlas, y de las herramientas a su alcance, para desenmarañar los terribles casos de sapariciones, que ya arropan lastimosamente a nuestra realidad nacional.

Lo que difundió el diario estadounidense debería causar un escándalo en nuestras autoridades, y la denuncia publicada retumbar en los salones de Palacio Nacional. Se haría muy mal en hacer oidos sordos a este grito de alarma, porque con ello se podría ser cómplice al negar o minimizar la existencia de esta actividad criminal.

Las desapariciones forzadas son una espantosa realidad que está detiorando aceleradamente la imagen de México, y las miles de evidencias están por todas partes que, sin exagerar, nos escupen la cara.

Lo drámatico ahora es que los familiares de los desaparecidos son quienes, en un esfuerzo en solitario, tratan de encontrar a los suyos, en un mar de inseguridades, sin protección alguna y ante el olvido de un gobierno que debería atender solidariamente su grito de auxilio.

Apunte final: Miles de mexicanos dan lo mejor de sí todos los días para salir adelante, y dan aún más para construir un mejor país, el que desearían heredar a sus hijos. Ojalá y pronto esa sea la historia que se cuente de México en el mundo.

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