En Busca del Estado Perdido-Corrupción un delito contra la humanidad

¿Cómo ser ajenos a la rabia de padres de niños enfermos con cáncer que recibieron agua en lugar de quimioterapia, por los muertos de la línea 12 del metro, por el trazo a propósito de un aeropuerto para cerrar el otro con la finalidad de apropiarse de terrenos para hacer negocio, por obras inexistentes, por compras de útiles escolares de pésima calidad?

El principal eje del discurso y ejercicio de gobierno de López Obrador fue el combate a la corrupción. Tanto en campaña como en su quehacer ejecutivo ha sido enfático en que se ha disminuido e incluso en algunas áreas se ha acabado con este mal.

Durante años -diría decenas- hemos sido testigos de la acumulación de riqueza en torno al poder, los privilegiados -amigos, contratistas, constructores, proveedores, políticos- han amasado enormes fortunas que no tienen otra explicación que la corrupción.

El ejercicio perverso de quienes desde la autoridad concentran recursos en obras fantasmas, compras a sobre precio, productos de dudosa calidad, a todos los niveles -municipal, estatal federal- lo vemos a diario. Hay desfachatez, ya no importa el qué dirán, simplemente ante el azoro de todos vemos que cada seis años surge una nueva elite cuyo único merito es el idear como desviar recursos del erario que a todos nos pertenecen.

Cada año, miles de mexicanos con enorme esfuerzo cumplimos con nuestras obligaciones fiscales, después de ello, recibimos visitas de hacienda para constatar que nuestros pagos sean acorde a lo declarado, se nos fiscaliza, vigila y en muchos casos sanciona. Si bien hemos visto cambios en el trato a los grandes contribuyentes que en el pasado evadían los pagos de impuesto, lo que es un hecho es que se sigue presionando a la inmensa mayoría de los pequeños pagadores que con sacrificio aportan al gasto público con sus impuestos.

¿Cómo motivar a una masa de contribuyentes a hacer sus pagos cuando lo que vemos es el imperio de la corrupción?

Pagamos impuestos, pero tenemos servicios públicos de lo peor; escuelas publicas en pésimo estado, el sector salud en ruina -la pandemia la desnudó-, las ciudades en el olvido, el gasto social con tintes proselitistas y una larga lista de fallas del Estado.

Todos somos observadores de un estado con servicios deficientes, sin conducción y en muchos casos a la orden de quien mejor los premie.

Como cada sexenio vemos que se encarcelan a algunos, se dice que se investigará a otros tantos, pero en realidad las cosas siguen igual. Con tristeza veo a mis hijos y avizoro que ellos no verán el cambio, quizá ni sus hijos.

A guisa de ejemplo tenemos un nuevo sistema de justicia penal que busca -entre otras cosas- la disminución de la corrupción, sin embargo, ahora éste se encuentra de nueva cuenta inmerso en aquella, son las mismas practicas, solo cambió el escenario.

Entiendo la buena intención del Ejecutivo Federal por proscribir tan grave flagelo, pero los resultados no se advierten.

Una buena medida sería que la corrupción dadas sus consecuencias funestas a la sociedad, sea visto como un crimen lesa humanidad -contra la humanidad- perseguible en cualquier parte del mundo, imprescriptible, para que quien lo cometa -autoridad o particular- sepa que no habrá lugar en el planeta donde pueda gozar de lo que con esfuerzo aportamos la mayoría de los mexicanos, el gasto público y termine el desvío de recursos que deberían de ser utilizados para atender niños con cáncer, construir mejores escuelas, dotar de mejores servicios a nuestras ciudades, vivir en un ambiente en donde sepamos que el que la hace la pagará. Si López Obrador tiene la firme convicción, esta sería una buena propuesta para su siguiente comparecencia ante las Naciones Unidas.