En busca del estado perdido- El PRI

El país se encontraba convulso, 10 años de lucha armada por la revolución habían dejado una estela de muerte, más del 20% de la población, unos 3 millones de personas, ultimadas por las balas de algún bando. No había industria, el campo abandonado y el comercio bajo acecho de la delincuencia. Era 1917.

Lo que seguía era la reconstrucción en medio de una sociedad dividida, resentida; los ricos fuera, la clase media empobrecida, los pobres pasaban a la miseria y los miserables a la muerte.

Los jefes militares y políticos se repartían el enorme botín: todo un Estado para darse, no importaba las capacidades sino el talento para desaparecer, disparar, asesinar y robar, caos en medio del vaivén del poder disputado entre los cabecillas de la revuelta. Golpes de Estado, asesinatos de Presidentes, llevan a la inexcusable necesidad de ordenar el desorden, la gota que desborda el vaso el homicidio en La Bombilla de Álvaro Obregón. Ante este escenario, Plutarco Elías Calles propone concentrar las voluntades nacionales y locales, en un cause institucional, así nace lo que hoy es el PRI.

Las primeras tareas del partido se centraron en apaciguar las ambiciones expresadas con el uso de la violencia; unificar el esfuerzo para mantener el ejercicio de gobierno y crear militancia bajo principios políticos básicos. El secreto del éxito, con visión militar, era la disciplina: nadie se debe de mover, hay voluntad suprema, línea de mando, fortaleciendo la vinculación de la dirigencia con su militancia.

La aplicación metódica de estas nociones dio frutos, un partido hegemónico, fuerte, que controlaba al Estado, no a la inversa; con una verdadera escuela de cuadros, en la que se debatía, se forman líderes, se les preparaba en materias básicas de la política: oratoria, teoría del Estado, organización partidista, economía, historia, estudios sociales y quizá su eje central, la vinculación con clases populares mediante instrumentadas tareas de campo. 

Resultado de esa férrea formación surgieron estadistas, forjadores del moderno pensamiento político. Grandes tribunos, políticos de carrera.

¿Qué le pasó al PRI? Ni un partido político es malo, todos persiguen el bienestar de México, ¿Qué los carcome? Los seres humanos. El PRI es dirigido, organizado y guiado por personas, algunas de ellas, cuando han estado en ejercicio de gobierno, caen en tentaciones y se corrompen, apartándose de los principios básicos de su instituto político, consecuentemente, manchan al partido.

Hay ejemplos de los peores gobernantes y administradores que gozaron de la patente de corso que les dio la impunidad, nunca el partido; pero también los hay ejemplares mujeres y hombres que ofrendaron su vida siguiendo los ideales priistas.

Es lastimoso ver caer en pedazos la piedra angular del México postrevolucionario, bajo la mirada de desprecio de la sociedad, implorando su extinción, como si con ello se acabara el mal. Nada más falso. 

La ausencia de la institucionalización de la vida política da lugar al surgimiento de mesías que consideran ser portadores de la verdad, peor aún: ser la verdad. El detrimento, aniquilación y desaparición de partidos como el PRI erosiona la vida democrática, daña la lucha institucional por el poder, limita la formación de políticos con estructura para en su lugar dejarnos en manos de infestos gobernantes que responden a su ego, su patrimonio y su familia.

Añadido:

Por primera vez en la historia una mujer es Presidenta de la Corte. Desde su elección, el Presidente de la República se ha dedicado a embestirla, no criticarla, con acometidas que van más allá del saludable debate público, sabedor de que su diatriba no encontrará eco, dada la naturaleza de los jueces, sobre todo los de carrera, que hablan a través de sus sentencias. ¿Dónde están las mujeres, esas que levanta la voz cada año en la 8M? ¿Por qué no la han alzado en el caso Piña Hernández?