¡Fuera cadenas!-Cuidemos nuestra Democracia

La Democracia no nos es dada, sino que se trabaja y se defiende. La Democracia no es algo que simplemente existe por el simple hecho de serlo, sino que depende de nuestras acciones diarias para alimentarla y protegerla. Un régimen democrático no subsiste por sí mismo ni por el simple hecho de estar previsto en una ley o una Constitución, sino que funciona por las actitudes proclives a la Democracia que los miembros de la sociedad tomemos ante ella y para ella. Como tal, un Estado democrático es producto de nuestras acciones.

Llevamos poco más de una semana en el que, gracias a uno de los elementos esenciales de la Democracia (libertad de expresión), se le ha puesto dedo a ciertos actos que parecen relacionados con corrupción en los que han incurrido los hijos del presidente López Obrador. La reacción de este último ha sido sumamente virulenta, pues ha señalado en múltiples ocasiones que los periodistas que han dado a conocer esas posibles irregularidades son sus adversarios e, incluso, ha llegado al extremo de insistir en la publicación de información confidencial sobre los ingresos y las fuentes de ellos que algunos periodistas tienen. 

Es grave el antecedente que pretende crear el presidente con su actuar, pues entonces toda persona que le es incómoda podrá ser sujeta al escrutinio político y social alentado por el propio Estado. La reacción del presidente busca aminorar toda crítica o señalamiento que venga desde la iniciativa privada. De cierta forma, el presidente está creando una especie de efecto paralizador —chilling effect— a la libertad de expresión. Con una reacción como la que acaba de tener ¿quién se animará a contradecir lo que dice y hace quien detenta el poder? Esto es totalmente contrario a la Democracia, es algo que mina una de las instituciones más importantes para el Estado democrático: la libertad de expresión. 

Estoy de acuerdo en que debe haber un debate en la arena pública respecto del actuar de quienes detentar el poder; sin embargo, ese debate no puede ser un ataque artero a las cualidades de las personas. En la arena pública se señalaron actos que parecen de corrupción en los que incurrió uno de los hijos del presidente, ¿qué me importa a mi cuánto ganan los periodistas?, lo verdaderamente importante aquí es qué se tiene que decir o comprobar con respecto al señalamiento de corrupción. Sobre ello, ni el presidente ni sus hijos no han aclarado puntualmente los señalamientos. 

Gracias a la libertad de expresión, hoy sabemos que las irregularidades en las que parecen haber incurrido los hijos del presidente —y quien sabe, quizás hasta el presidente mismo—. Por eso no es de sorprender que el presidente ahora quiera inhibir el ejercicio de ese derecho, evidentemente no le conviene que se realicen esos señalamientos. No obstante, lo importante no es qué le conviene al presidente, sino qué nos conviene a nosotros como ciudadanos. Queremos saber qué hacen con los recursos públicos, queremos saber por qué los hijos del presidente parecen aprovechar su posición privilegiada, queremos asegurarnos que nuestros impuestos no son malversados y que las acciones del gobierno son las que más nos benefician objetivamente. La Democracia nos permite ejercer esos controles, pero no debemos quedarnos de brazos cruzados ante la debilitación que pretende el presidente de uno de los pilares democráticos.