¡Fuera cadenas!- El lavado de manos

Veo con mucha preocupación lo acontecido en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, hace un par de días, así como aquello sucedido en el puerto de Manzanillo, Colima, la semana pasada. En un ámbito diverso, también me llama la atención la crisis de agua por la que pasa Nuevo León. Estamos siendo espectadores del desmoronamiento del Estado mexicano día tras día, hecho por hecho, declaración por declaración.

Antier, en San Cristóbal de la Casas —esa bellísima ciudad del hermoso Estado de Chiapas— desfilaron con total descaro e impunidad cerca de cuarenta personas armadas, aparentemente miembros del crimen organizado. Las fuerzas de seguridad institucionalizadas de todos los niveles del gobierno, fueron meros espectadores de esa acción junto a nosotros los ciudadanos. Esas instituciones y personas que están para cuidarnos simplemente dejaron que pasara lo que pasó sin preocuparse por el orden que se supone debe imperar en un Estado constitucional. El presidente, en su ya tradicional conferencia matutina, sólo comentó que estas personas armadas son miembros de grupos criminales que están disputando el control de un mercado, mas no señaló qué actos precisos realizarán las fuerzas del Estado para retomar el control del orden institucionalizado.

Hace una semana trascendió que un grupo armado perteneciente al crimen organizado tomó por cerca de 10 horas el puerto de Manzanillo, Colima, —el más importante del país— procedieron a abrir decenas de contenedores y robaron 18 de ellos. Se ha dicho que este grupo criminal contaba con la logística, equipamiento y, evidentemente, el beneplácito —¿de qué otra forma se podría haber logrado?— necesario para ejecutar tremendo atraco digno, ni siquiera de una película, sino de un videojuego (Grand Theft Auto, por ejemplo). Al día de hoy, las autoridades señalan que el atraco fue en un patio de maniobras operado por particulares que está fuera del alcance de la competencia de las autoridades.

En un problema diverso que no atiende a cuestiones de seguridad propiamente, el Estado de Nuevo León está pasando por unas de las peores sequías de su historia; los particulares han tenido que reducir al mínimo el consumo de agua, y esto se ministra por el gobierno a horas determinadas. No se aclara por parte de los diversos niveles de gobierno alguna solución; es más, el gobernador del Estado, Samuel García, salió a medios de comunicación a —irónicamente— lavarse las manos, y repartió las responsabilidades por este problema en el que está sumido su Estado. Él dijo que no le corresponde cuestión alguna con respecto a la falta de agua, sino a la CONAGUA, lo que olvida el gobernador es que sí le corresponde cuidar del bienestar de los neoleoneses y que podría buscar soluciones de mano con CONAGUA.

Las tres situaciones a las que aquí he hecho referencia tienen un punto en común: el lavado de manos. Ante los problemas, ni una sola autoridad asume la responsabilidad y se limitan a decir: “bueno es que son los criminales peleándose por la plaza”, “es que el robo fue en un patio particular, no en el puerto”, “es que a mi no me toca velar por el suministro de agua”, o el que hemos escuchado por más de una década ya: “es que fue un ajuste de cuentas entre grupos criminales”. El Estado mexicano parece estar desquebrajado, pues no hay autoridades ni instituciones que asuman responsabilidades y trabajen por la solución de los problemas que nos aqueja a la sociedad. La regla es lavarse las manos y, como coloquialmente se dice, aventarle la bolita a alguien más.