¡Fuera cadenas!- No me sorprende

¡Fuera cadenas!- No me sorprende

El domingo pasado pasó algo que no había sucedido en Zapopan: un tiroteo entre criminales, escoltas y elementos del ejército en una zona comercial a plena hora de la comida. Como todo domingo, familias se encontraban en esta zona de la ciudad para pasear, comer, ver una película en el cine, o jugar bolos. Yo mismo he paseado por ahí para pasar el día familiar y con amigos, y es común encontrar a conocidos haciendo lo mismo allí.

Lo que pasó, sin embargo, no me sorprendió.

En Guadalajara ―o, mejor dicho, en la zona conurbada de Guadalajara― se ha germinado un movimiento contracultural que enaltece al criminal: se le idolatra. El criminal, por su parte, regocija ante ese respeto y admiración que la sociedad tiene ante él. La forma de vida del criminal es una aspiración: tienen fama, dinero, poder, parejas, acceso a los vicios y, sobre todo, son inmunes a las sanciones. 

Por lo que he podido apreciar, en Guadalajara es común que la gente goce de ambientes que se sienten propios de criminales. Las canciones que se escuchan son corridos que narran las hazañas de los narcotraficantes, y hay personas que se creen (o son) miembros de alguna célula del crimen organizado; éstas, además, no tienen pudor alguno en pavonear su “logro”. La cultura, entonces, está cooptada por los criminales y, ese es su gran acierto para poder operar con total inmunidad. ¿Quién se quiere enfrentar a esa persona que idolatra?

Las instituciones del Estado, por su parte, parecieren estar pintadas en la pared. Éstas no garantizan seguridad y tranquilidad a la sociedad. En cambio, los grupos del crimen sí mantienen cierto “orden” que sólo les beneficia a ellos. Yo mismo he sido víctima de hechos sumamente desagradables en Guadalajara en los últimos años, y muchos amigos y familiares míos han corrido con la misma suerte. No obstante, las instituciones gubernamentales no garantizan esa tranquilidad a las que están obligadas a proveernos. Esa laxidad facilita que los grupos criminales operen con total tranquilidad; imagínense ustedes ¡ni la sociedad ni el gobierno los molestará!

Lo sucedido el domingo pasado puso en evidencia todo esto: por un lado, criminales que se atrevieron ir a la zona supuestamente más segura de la ciudad con armas largas y en el momento del día de la semana que más afluencia tiene: un domingo a la hora de la comida. De esto yo intuyo que los criminales se sienten cómodos para caminar entre esa misma sociedad que lo tiene en un pedestal. De no ser así, entonces cómo se explica que estas personas hayan decidido pasear por esa zona, así como si nada.

Por otro lado, ese grupo de criminales altamente armados no fueron aprehendidos por las autoridades que, tan solo unos días antes, habían presumido la capacidad tecnológica del “C5” para la persecución del delito. Es más, mi apreciación es que este hecho no generó una reacción efectiva por parte del Estado. Esto, en todo caso, alienta al criminal, ya que las autoridades no irán tras ellos.

Es muy grave lo que pasó en Zapopan, pero es aún más grave las condiciones detonantes que han dado pie a que eso pasara. Este movimiento contracultural está lenta pero seguramente convirtiéndose en “normal” de la sociedad tapatía.

osd

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