- Arte y CulturaLo Más RecienteOpinión
- 22/03/2021
Alfonso Cuarón, sin autoridad para opinar

En 1998 el director de cine Alfonso Cuarón dirigió la película Grandes esperanzas (Great expectations), una adaptación a los tiempos modernos de la novela de Charles Dickens.
En ella se muestra la vida de dos personas desde su infancia que es marcada por el maltrato (ese del que le gustaba escribir a Dickens). El niño Finn, vive con su tío de un nivel socioeconómico bajo, huérfano de padres y enamorado desde su niñez de Estella, igualmente huérfana, que vive con su rica tía Nora quien le transmite su profundo rencor hacia los hombres por haber sido abandonada el día de la celebración de su boda. Finn encuentra primero en el dibujo y luego también en la pintura, un refugio. Por su parte Estella, castrada emocionalmente, no logra encontrar el antídoto para contrarrestar la reticencia al amor que le fue transmitida por su tía. Más aún, con su belleza, ha sido convertida en instrumento de venganza de la tía Nora en contra los hombres.
Las actuaciones (Ethan Hawke, Gwyneth Paltrow y Robert de Niro), la fotografía (Emmanuel Lubesky), la música (Patrick Doyle) y muchos más elementos, se conjugan para lograr una cinta extraordinaria. Encima, los dibujos de Finn desde niño, hasta su consolidación como gran artista, son realizados por el Maestro italiano Francesco Clemente.
Quizá una de las escenas eróticas mejor logradas en el cine, y en la que paradójicamente no hay desnudos, es cuando la atractiva y refinada joven Estella visita el humilde cuarto de Finn. Él, sentado, comienza a subir la mano por la parte interna de la rodilla de ella que, parada y de falda corta, lo observa excitada desde su ángulo superior.
Cada uno de los encuentros que ellos van teniendo en su vida, que no son muchos, generan en él un amor obsesivo con profundos sentimientos que explotan en los dibujos y pinturas que le hace y que son acompañados con una música que enciende aún más la escena.
No alcanza este espacio para seguir mencionando las muchas virtudes de esta película que la convierten en un filme excepcional.
No obstante los comentarios vertidos a favor de esta película, hay quienes no comparten la misma opinión. Años después de haberse proyectado al público, surgieron algunos críticos que fueron implacables y sin ninguna consideración: “Creo que es un filme completamente fallido” o “Nunca entendí la película” son algunos de los comentarios que se hicieron por quien alguna idea debe tener acerca del cine: Alfonso Cuarón. Y para rematar, otra crítica: “Es la menos satisfactoria de nuestras películas” hecha por el propio Emmanuel Lubesky, director de fotografía.
Por increíble que parezca, el propio director de la cinta en comento, y su cinematógrafo, habían dictado una sentencia condenatoria en contra de su propia creación.
¿Se debería entonces recular sobre lo antes dicho y aceptar como inatacable la resolución emitida por el director de Grandes esperanzas, erigido en juez supremo de la obra que él creó? De ninguna manera.
El artista, sea como director de cine, escritor o artista plástico, por mencionar algunas de las artes, no es ni puede considerarse como autoridad para absolver o condenar su propia obra (y menos aún para ensalzarla). Puede emitir las opiniones que quiera, pero será sólo una opinión más que, por cierto, poco o nada puede hacer para ayudarla o perjudicarla, porque las obras, en las diferentes ramas del arte, ya no dialogan con sus creadores cuando han sido terminadas, sino con sus espectadores y críticos de arte. Son ellos los más legitimados para calificar una obra en función de las fibras internas que les remuevan.
El caso expuesto sirve para constatar que a partir del momento en el que la obra de un artista es concluida, deja de pertenecerle y adquiere vida propia. La película que aquí se ha comentado, le dejó de pertenecer a su creador desde el momento en el que fue proyectada al público.
Por esa razón, en este caso se puede concluir que afortunadamente Alfonso Cuarón no es ninguna autoridad para opinar acerca de sus propias creaciones cinematográficas, y menos aún cuando se trata de menospreciar a Grandes esperanzas.