En busca del estado perdido-Brasil, caso excepcional

Para Ana Habib, orgullosa brasileña, lectora crítica de esta columna.

Brasil es una república federal compuesta por 26 estados, un Distrito Federal y más de 5 000 municipios, con una población de 214 millones principalmente asentados en la zona del litoral, es uno de los países más extensos del mundo, equivale a 5 veces México. 

El régimen de gobierno en Brasil es democrático, con elecciones para los principales cargos del poder ejecutivo -Presidente, gobernadores y prefectos- y del legislativo -senado, cámara de diputados, asambleas estatales y cámaras municipales-.

Las Fuerzas Armadas de Brasil son la mayor fuerza militar de América Latina, la segunda más grande de América -una de las mejor preparadas del mundo- la novena potencia militar del planeta. 

En las últimas décadas, Brasil ha emprendido un gran esfuerzo para estabilizar su economía mediante el control de la inflación y la reforma de sus instituciones logrando recuperar su capacidad de desarrollo. Ha puesto en marcha programas para disminuir el impacto de las desigualdades sociales, hoy presume una de las clases medias más poderosas de América.

Esta nación fue la primera en América latina en llevar a juicio a un Presidente en funciones -Fernando Collor de Mello- y a otro recién dejado el cargo -Lula da Silva- que al cumplir su condena, presentó su candidatura para el proceso de este año, del que resultando electo.

Los gobiernos Lula -este sería el tercero- se caracterizan por resultados económicos positivos: baja inflación, alta tasa del PIB, reducción del desempleo, relanzamiento industrial, mayores ingresos fiscales y aumento positivo de la balanza comercial. Su medida económica más notoria fue el pago anticipado de la deuda con el FMI y el BIRF. Su disciplina dio como resultado que poco más de 35 millones de sus conciudadanos salieran de la pobreza. Este sector y parte de la clase empresarial son quienes lo llevan de regreso a la casa de la ‘Alvorada’.

¿Qué es lo que distingue a los brasileños para ubicarlos como una potencia mundial naciente? Han entendido que la solidez de su país es resultado de la solvencia de su sistema judicial. Sus jueces no son ‘valientes’ simplemente aplican el derecho.

El Supremo Tribunal Federal de Brasil es respetado, pero sobre todo apreciado por sus ciudadanos están convencidos que en la medida que su Constitución prevalezca su Estado se conserva.

¿Existe corrupción en el Poder Judicial brasileño? Me atrevo a pensar que sí, difícilmente en el orbe encontraremos un sistema impoluto, sin embargo, la capacidad de remedio y sanción está a la vista de todos -poderosos y pobres- lo que le da certeza al gobernado cerrando las distancias sociales.

Los detractores del imperio de la ley afirman que estar sujetos al orden judicial da lugar a un ‘gobierno de jueces’ que decidirán en última instancia el hacer o no hacer del Estado. Esa tesis no convence, un Poder Judicial solvente sanciona al corrupto, frena al autoritario, obliga al omiso, condena al criminal, convence a la inversión; en lo electoral anula el fraude, castiga al tramposo, da crédito al sistema y genera confianza en la decisión legitimando al ganador.

No es un ‘gobierno de jueces’ es un gobierno bajo el imperio de la ley.

Para orgullo de Latinoamérica, los brasileños lo lograron -estamos lejos de ellos- cierto, hay crimen, inseguridad, pero sin duda liderean desde el Río Bravo hasta la Patagonia, creen, sostienen y afirman que vivir al refugio de la ley es la mejor condición para el desarrollo armónico del ser humano, no por algo presumen el orden y progreso como lema nacional.

Adoptemos el modelo brasileño.