Retrato Ormeta- El silencio cómplice de los colaboradores

Retrato Ormeta- El silencio cómplice de los colaboradores

Recientemente estoy concluyendo de leer una obra muy interesante de Alexander Bek titulada “Un nuevo nombramiento”. La historia tiene como personaje principal a un alto funcionario ruso encargado de los proyectos de energía en la antigua Unión Soviética, en específico, el ingeniero Onísimov tiene la misión de proveer sin contratiempos la producción y fundición de los metales para sean materia prima de toda la industria pesada soviética. El jugo de la obra radica en describir cómo funciona el servicio público durante el esplendor del mandato de Stalin, con precisos detalles del engranaje gubernamental, el autor te va inmiscuyendo dentro de las altas esferas del poder y cómo aquellas funcionan para consolidar el régimen soviético. Muchas cosas se pueden rescatar del libro, pero a mí me gustaría rescatar una anécdota que trasciende el hilo de toda la historia.

Sí, el ingeniero Onísimov es muy respetado no sólo por ser un servidor público excepcional, sino porque es un ingeniero que toma decisiones con base en datos duros y en estudios serios que sustenten cualquier proyecto. Es un estudioso y apasionado de la ingeniería que constantemente se está informando de los nuevos avances de su campo de estudio a nivel mundial, así como es un austero funcionario que ha sacrificado su salud, a su familia y esposa para contribuir con su trabajo al mejoramiento de la Unión Soviética, lo cual, le ha permitido llegar hasta el primer círculo del jefe soviético Stalin. Sin embargo, un día el jefe Stalin compra la idea de que se puede cambiar el proceso de fundición del metal con un nuevo método, lo que permitiría la aceleración de la producción. Situación que desconcierta al ingeniero Onísimov y a varios reputados científicos de la época, por lo que, le exponen con datos y estudios serios a Stalin que su idea no sólo es inviable, sino que resulta peligrosa para toda la industria.

Con una soberbia magistral, Stalin no sólo rehusó a pensar mejor la idea, sino que impuso la misma a sus colaboradores y puso como jefe de proyecto al mismo Onísimov. El ingeniero no tuvo más remedio que aceptar el encargo, aunque no creyera en él y puso manos a la obra para que quedara puesto en marcha el nuevo método lo más pronto posible. El desenlace del proyecto es un misterio, pero lo que fue un hecho es que, a partir ahí, el ingeniero perdió su prestigio dentro de la comunidad científica y fue el inicio de su final de su carrera política para concluir su vida en el servicio público olvidado y exiliado en una embajada de Europa del Este. La lección quedo aprendida, de nada sirvió que entregará su vida al servicio público soviético si al final del día tuvo un mal pago del régimen, entregó su prestigio para que lo hiciera pomada el capricho del líder y al terminar su velada, no tuvo más que descrédito y soledad.

Esta obra me recordó aquella escena de 2018, cuando el presidente López Obrador presentó a los miembros de su gabinete, todas y todos que presumían de tener las mejores credenciales para encabezar el ramo de su secretaría. Sin embargo, a lo largo de su sexenio dichos miembros del gabinete no recibieron más que desaires, regaños públicos, desautorizaciones en el foro público, jalones de orejas e imposiciones de proyectos presidenciales. Algunos miembros por dignidad le renunciaron, pues desde el secretario de Hacienda pasando por el secretario de Comunicaciones y Transportes hasta su titular del IMSS le plantaron cara a los caprichos de Palacio Nacional. No se quedaron ni un minuto más para ser ninguneados y pisoteados por un hombre que sólo ostenta el poder por un sexenio.

En cambio, algunos siguen aguantando los desplantes del líder supremo. Intuyo que creen que vale la pena poner sus prestigios y carreras a los pies del jefe para sobrevivir en esta atípica función pública. Sin embargo, les puede suceder lo mismo que al ingeniero Onísimov, el costo de poner su nombre en proyectos condenados al fracaso les va a perseguir toda su carrera, pues el hecho de tomar esa decisión sólo les traerá desprestigio y abandono en sus carreras tal como le paso al ingeniero soviético. Una carrera de prestigio tarda décadas en construirse y puede destruirse en un solo doblamiento de rodilla, ya veremos cómo la Historia juzga hoy a los que están al servicio explícito del ahora jefe de la silla del águila.

Ormeta: Vaya respuesta ciudadana le dieron al ocupante de Palacio Nacional con la marcha del domingo pasado. Miles de voces pacificas opacaron a la voz atroz del púlpito presidencial usada cada mañana durante este sexenio.

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