Retrato Ormeta- Los tejidos de los líderes autoritarios

Retrato Ormeta- Los tejidos de los líderes autoritarios

Después de la caída de la Unión Soviética, surgió en Rusia una nueva casta empresarial que se estaba beneficiando con la entrada de Rusia al sistema capitalista mundial, todo bajo el manto protector del primer presidente ruso de la era post comunista. En efecto, el presidente Yeltsin impulso a un selecto grupo de personas para convertirse rápidamente en los magnates rusos que llegaron a controlar áreas estratégicas del país como su gas o petróleo, nueva casta empresarial que supo aprovechar las debilidades políticas del naciente sistema democrático ruso y que supo corromper incluso a la familia presidencial para hacerse no sólo de poder económico, sino también del político. A finales de los años 90´s, en Rusia se debatía acerca de quién sería el sucesor del enfermo Yeltsin que garantizará una cierta estabilidad al país, destacando el influyente papel que jugarían los nuevos magnates rusos.

Es cierto que Rusia se encontraba devastada económicamente en aquel tiempo, pues mientras contaba con poderosos titanes industriales, también había un país muy empobrecido que seguía pagando los costos del fracaso comunista. Por azares del destino, los nuevos oligarcas rusos consideraron apoyar a un joven desconocido que se apellidaba Putin para ser el sucesor de Yeltsin, se decantaron por él porque lo consideraban maleable y había sido muy leal respecto al caso de corrupción de la familia presidencial. Que mejor elección que elegir a un desconocido sin fuerza política propia para seguir siendo los titanes económicos de la naciente Rusia capitalista, sin siquiera saber que esta elección les costaría mucho e incluso algunos perderían la vida en condiciones sospechosas cuando Putin logro afianzarse en el poder público.

Caso similar sucedió en la Turquía de Erdogan. A la llegada del líder turco al poder, había unos cuantos titanes económicos que destacaban en el país, todos muy confiados de que su prosperidad se vería en aumento con la llegada de aquel líder carismático que proponía volver a Turquía una nación estrella del juego geopolítico mundial. Vaya sorpresa se llevaron cuando vieron que el nuevo presidente de su nación comenzó a realizar diversas reformas políticas que le permitieron mantenerse en el poder, dentro de la cuales destacaban las limitantes a la propiedad del Estado en relación con la iniciativa privada. Erdogan fue sentando las bases para eliminar a los titanes económicos incomodos a su proyecto político y fue permitiendo que una nueva casta económica surgiera bajo la consigna de que fueran siempre leales a su causa.

Sin embargo, México no es la excepción, pues conocemos de sobra el sistema de formar castas doradas de magnates con la llegada de un nuevo régimen político. Como ejemplo tangible, tenemos que la Revolución mexicana destruyó a la vieja casta empresarial del Porfiriato, para dar paso a los nuevos ricos triunfadores de la revolución que después pasaron a plegarse por completo al partido hegemónico. Por tanto, podemos concluir que siempre un régimen político de tinte autoritario como el ruso, el turco o el mexicano revolucionario necesitan someter e incluso desaparecer a la vieja casta empresarial que los antecedió para dar paso a una nueva que se pliegue a sus ideas. Unas de las grandes redes que tejen los líderes autoritarios consiste justo en tener a los magantes económicos de su lado.

Analizando así la situación, lo hecho por el presidente López Obrador de “expropiar” vías ferrocarrileras a Grupo México va encaminado en ese sentido, para que su Cuarta Transformación logre sobrevivir varios sexenios necesita tener una casta empresarial comprometida con su proyecto. Quizás ya no le dio tiempo para destruir a la vieja clase empresarial ni construir una propia, pero el mensaje es clarísimo con su acción, si no apoyas ciegamente la continuidad de la 4T: tus privilegios económicos pueden esfumarse y puedes caer en pendiente libre, aun si eres uno de los hombres más ricos del país.

Ormeta: No caer en las provocaciones de los agresores del Estado de Derecho Constitucional es la mejor muestra de que están equivocados los atacantes. Si se les sigue el juego, arrastran no sólo la reputación personal sino también al prestigio de las instituciones democráticas que se representan.

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