Retrato Ormeta- La salud del presidente de la República

Retrato Ormeta- La salud del presidente de la República

En general, en todas las latitudes del mundo, el tema de la salud de los Jefes de Estado y/o de gobierno es un asunto que se maneja con absoluto hermetismo. Incluso, llega a ser una cuestión de secreto de Estado porque los líderes mundiales son reacios a transparentar su estado de salud o posibles afecciones a su cuerpo. Esto es, la condición física y mental de nuestros representantes suele ser un mundo desconocido para la gran mayoría de sus gobernados y eso en gran medida se debe a que hay una fuerte opacidad sobre ello.

Así, dicha oscuridad sobre el tema de la salud en los líderes mundiales es a consecuencia de que atan este asunto con la forma de gobernar y la proyección de vitalidad que muchas veces quieren proyectar. En efecto, hay una creencia en el ámbito político de que sólo las personas con una salud robustecida son los más capacitados para llevar las riendas de gobierno y los destinos de un país. Sólo las personas “sanas” son las únicas que pueden tener la suficiente fuerza para tomar difíciles decisiones que repercuten en cientos de vidas.

Más aún, los representantes populares atan su supuesta condición física mental y física estable a la proyección de su imagen como gobernantes. Sí, construyen su imagen a partir de la vitalidad y la jovialidad, elementos que sólo pueden construirse a partir de gozar de buena salud. Los líderes siempre quieren proyectar esos valores que les permiten ser proyectados como personas siempre activas, sin cansancio y luchadores inalcanzables que pueden trabajar cada segundo del día sin mostrar la mínima muestra de fatiga. Quieren proyectar una imagen de seres superiores que se encuentran por encima del promedio, promedio de seres humanos que llegan en algún punto a tener una enfermedad física o mental.

En ese sentido, en México nuestros líderes no son la excepción, es más está más acentuado el caso. Sí, al tener un sistema político que concentra demasiado el poder en la figura de la ocupación de los cargos públicos y sin mecanismos suficientes y claros para sustituir a las personas que irrumpen en esos puestos con tanta concentración de fuerza política, es que el tema de la salud se vuelve un tema vital para ejercer el poder. La vitalidad y condición mental de nuestros líderes nacionales se vuelve una seguridad para que puedan ejercer tal concentración de poder, de lo contrario, al carecer de esos elementos puede llegarse a visualizar una percepción de que los líderes se encuentran incapacitados para ejercer a plenitud su función, lo que llegaría a crear vacíos de poder.

En México el hermetismo de la salud en los representantes populares es una regla, pero se convierte en un secreto acorazado con acero y mármol cuando se habla de la condición corporal de los presidentes de la nación. La salud del inquilino de Los Pinos (hoy Palacio Nacional) es un tema que causa ámpulas en los corridillos políticos, porque es inimaginable que el hombre más poderoso de este país tenga alguna enfermedad. Es más, el sistema político en México perdería la cabeza, si el representante popular que se encuentra en la cúspide de la pirámide del poder no gozará de buena salud; porque dicha pirámide se desmoronaría si su punto de unión y el punto más fuerte de poder no ejerce su función a cabalidad a causa de una supuesta enfermedad o afección corporal. 

Por ello, la Historia nos demuestra que en México hemos tenido muchos Presidentes con pésima salud o una condición infecciosa que deteriora su cuerpo; sin embrago, durante su periodo en el ejercicio de poder jamás hicieron publica tal información. Así, tenemos que el expresidente Manuel Ávila Camacho (1940-1946) ocultó, mucho antes de tomar protesta a su cargo, que había sufrido al menos un par de infartos; lo que causó que tuviera una “ligera” campaña presidencial y ya durante su sexenio, delegará las funciones más estresantes en su Secretario de Gobernación. Del mismo modo, el expresidente Adolfo López Mateos (1958-1964) jamás compartió que, durante su encargo, sufría de severas migrañas que lo obligaban a estar semanas recluido de la luz solar.

Ejemplos sobran y todos comparten la característica de que la salud de nuestros representantes populares es un tema que se maneja tras bambalinas. El presidente López Obrador no es la excepción en el asunto, pues como muestra tenemos que el domingo pasado sufrió un percance de salud, el cual, fue provocado por un tercer contagio de COVID-19 conforme a la versión oficial. Sin embargo, el mal manejo de la comunicación de su enfermedad, versiones contradictorias de su estado de salud y su ausencia en el púlpito mañanero han creado toda una ola de especulaciones sobre su estado actual. No cabe duda de que la salud presidencial sigue siendo un secreto de Estado.  

Ormeta: Ojalá que el presidente de la República se recupere pronto de su supuesto COVID-19. Aunque sería ideal que fuera más abierto respecto al tema de su salud, tema que siempre le ha incomodado hacer público.

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