Terrorismo

Terrorismo

El pasado martes autoridades investigadoras de Jalisco fueron alertadas de la existencia de restos humanos en un paraje en Tlajomulco, municipio conurbado a Guadalajara. Al lugar, se trasladaron elementos policiacos municipales, estatales y organizaciones de madres buscadoras, al arribar fueron recibidos con el estallido de siete artefactos explosivos.

Según el periódico estadounidense ‘Dallas News’ el atentado costó la vida a cinco servidores públicos, un civil y dejó heridos a 14 más.

El hecho, por su gravedad, no debe pasar inadvertido.

México vive uno de los peores momentos en seguridad pública, la delincuencia que en antaño se centraba en temas de robo a transeúntes, eventualmente homicidios, fue mutando para pasar a las pandillas de los años 70, cuyo objeto, esencialmente, fue el robo de autos, secuestros y extorsiones. La aparición, en esa década, de grupos subversivos tuvo como foco de sus acciones la autoridad, que reaccionó desapareciéndolos. La llamada ‘Guerra Sucia’ encabezada por el aparato gubernamental es una negra página en la historia mexicana que no debemos olvidar.  

A la llegada del narcotráfico en los 80, emergieron estructuras con mayor sofisticación, ya no eran pandillas, sino verdaderas organizaciones creadas para delinquir. En sus inicios eran controladas por el Estado, les fijaba rutas, productos, pero sobre todo prohibiciones: No debían comercializar localmente, tampoco generar violencia y mucho menos meterse con la población civil. 

Había limites, resultado de acuerdos.

La avaricia deformó todo: Criminales y gobernantes, buscaban quedarse con una tajada del podrido pastel. Las enormes cantidades de dinero fueron más poderosas que los fines del propio Estado y nos perdimos. El gobierno ya no controló a la delincuencia, sino que ésta, metódicamente, se fue apoderando de aquél, así se les dejó crecer y ahora ellos pretenden mandar.

Hoy lo sufrimos. La escalada de violencia va más allá de la lucha por el control del territorio, en realidad busca el empoderamiento delincuencial frente a la sociedad, usando como vía su amedrentamiento. Esto es terrorismo, un grado superlativo de la inseguridad, porque el blanco de éste lo somos todos.

¿Por qué la autoridad no reconoce como terroristas a las organizaciones criminales?

Alegan por la defensa de la soberanía, afirman que de hacerlo el derecho internacional faculta para que fuerzas armadas extranjeras ingresen a nuestro espacio para perseguirles y acabarlos. Sospecho que se trata de un subterfugio. Lo que pareciere es que, al investigar la conformación de las peligrosas organizaciones, se descubrirá el contubernio de muchos –autoridades, empresarios, religiosos, financieros, políticos– consecuentemente, el profundo grado de descomposición del Estado, prácticamente borrado, por la ley del crimen.

No ignoremos que estamos al borde del precipicio, la ausencia de la conducción adecuada, coherente y con rumbo nos puede llevar a absurdos como el de Tlajomulco. Es evidente, la lucha la vamos perdiendo.

Se impone el reconocimiento de que nuestros enemigos no son delincuentes, son terroristas.  

Añadido:

Escandaloso el negocio de la justicia de la 4T. Inocentes en la cárcel, acusaciones falsas, algunos Jueces, Magistrados y Ministros compartiendo intereses con litigantes, todo narrado en ‘Traición en Palacio’ de Hernán Gómez Bruera, lectura que vale la pena para entender las razones del bache, sin fondo, que vive nuestro sistema judicial. 

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